Para formar las moléculas de los compuestos químicos, los átomos de las diferentes sustancias o elementos deben combinarse entre sí en forma estable. Esto puede ocurrir de diversas formas en virtud de las características estructurales que tiene todo átomo (que consiste en un núcleo cargado positivamente rodeado de una nube de electrones).
Los electrones tienen carga negativa y permanecen próximos al núcleo porque la fuerza electromagnética de los protones los atrae. Cuanto más próximo del núcleo se encuentra un electrón, mayor es la energía necesaria para lograr que se libere.
Pero no todos los elementos son iguales: algunos tienen tendencia a perder los electrones más externos de la nube (elementos con baja energía de ionización), mientras que otros tienden a captarlos (elementos con alta afinidad electrónica). Esto sucede porque según la regla del octeto de Lewis, la estabilidad se asocia a la presencia de 8 electrones en la capa u orbital (región del espacio donde es más probable encontrar un electrón alrededor del átomo) más externo, al menos en la mayoría de los casos.
Debido a esto, para formar los distintos compuestos químicos, los átomos neutros ceden, aceptan o comparten los electrones de su última capa electrónica procurando siempre que queden 8 electrones en ella, aunque siempre existen excepciones, como el caso del hidrógeno que solo puede tener 2 electrones.
- Ver además: Enlace metálico
Enlaces iónicos
Entonces, como los átomos neutros pueden ganar o perder electrones, se pueden formar iones de carga opuesta. La atracción electrostática entre los iones de carga opuesta hace que los iones se unan y formen compuestos químicos, en los que uno de los elementos cedió electrones y el otro los recibió. Para que esto pueda suceder y se forme un enlace iónico es necesario que exista una diferencia o delta de electronegatividad entre los elementos implicados de al menos 1,7.
El enlace iónico, por lo general, ocurre entre un compuesto metálico y uno no metálico: el átomo del metal cede uno o más electrones y, en consecuencia, forma iones con carga positiva (cationes), y el no metal los gana y pasa a ser la partícula cargada negativamente (anión). Los metales alcalinos y los alcalinotérreos son los elementos que tienen más tendencia a formar cationes, y los elementos halógenos y el oxígeno son los que habitualmente constituyen los aniones.
Por lo general, los compuestos que se forman por enlaces iónicos son sólidos cristalinos a temperatura ambiente, insolubles en agua y de alto punto de fusión, en caso de que las atracciones entre sus iones sean fuertes. Por otra parte, cuando la atracción entre sus iones es más débil, tienen menores puntos de fusión y son solubles en agua.
En solución son muy buenos conductores de electricidad ya que son fuertes electrolitos, es decir, se ionizan fácilmente formando aniones y cationes que pueden transportar cargas eléctricas. Por otro lado, la energía reticular de un sólido iónico es lo que marca la fuerza de atracción entre los iones de ese sólido.
Es importante aclarar que no existe un enlace completamente iónico ni un enlace completamente covalente (que se produce entre dos átomos que comparten los electrones de su último nivel o capa de energía). En realidad, ambos tipos de enlaces tienen un porcentaje de cada uno. Algunos científicos consideran el enlace iónico como una exageración del enlace covalente.
Ejemplos de enlaces iónicos
- Óxido de magnesio (MgO)
- Sulfato de cobre (II) (CuSO4)
- Ioduro de potasio (KI)
- Hidróxido de zinc (Zn(OH)2)
- Cloruro de sodio (NaCl)
- Nitrato de plata (AgNO3)
- Fluoruro de litio (LiF)
- Cloruro de magnesio (MgCl2)
- Hidróxido de potasio (KOH)
- Nitrato de calcio (Ca(NO3)2)
- Dicromato de potasio (K2Cr2O7)
- Fosfato disódico (Na2HPO4)
- Sulfuro de hierro (III) (Fe2S3)
- Bromuro de potasio (KBr)
- Carbonato de calcio (CaCO3)
- Hipoclorito de sodio (NaClO)
- Sulfato de potasio (K2SO4)
- Cloruro de manganeso (II) (MnCl2)
- Fosfato de calcio (Ca3(PO4)2)
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