La prosopopeya o personificación es una figura literaria que consiste en atribuir cualidades o habilidades humanas (como el pensamiento, el razonamiento o el habla) a las cosas inanimadas. Por ejemplo: El viento susurraba sin descanso.
El término «prosopopeya» es de origen el griego y se vincula con el término prósopon, que significa “lo que va delante de la cara”, es decir, “máscara”. En cierta manera la prosopopeya le otorga vida a objetos que no la tienen.
- Ver además: Humanización
Características de la prosopopeya
La prosopopeya es una figura literaria lógica, es decir, tiene que ver con las relaciones lógicas entre las ideas dentro de un texto, y no con la dicción. Tampoco es un tropo, como lo es la metáfora, pues en los tropos, el verdadero nombre de algo es reemplazado por otra palabra.
La prosopopeya se usa con frecuencia en fábulas y relatos infantiles, tal vez porque se cree que los niños necesitan referentes que los acerquen al mundo humano, más cercano y conocido. De todas formas, aparecen prosopopeyas también en relatos para adultos y en la poesía en general.
Ejemplos de prosopopeya
- Llora el bandoneón olvidado en el viejo ropero.
- El viento rugía sin descanso, de día y de noche.
- La mañana bostezó y se calzó las chinelas azules.
- “¿Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello?”, preguntó la hormiga.
- “Cantaba noche y día libremente”, respondió la despreocupada cigarra.
- Parpadea el semáforo, la gente espera apiñada para poder cruzar.
- Las luciérnagas nos mostrarán el camino.
- El viejo sauce gime de tristeza, los niños ya no juegan a su sombra.
- Y dijo el pato: “¿A qué animal dio el cielo tantos dones, que si de nadar me canso, si se me antoja, vuelo?”.
- El reloj le cantó la hora y él salió corriendo al trabajo.
- El fuego se fue encorvando, hasta ser solo una brasita tenue y canosa.
- “Estoy segura de poder ganarte una carrera”, le dijo la tortuga a la liebre.
- La tormenta no se calló hasta llegada la noche.
- “¿A mí?”, respondió asombrada la liebre.
- El sillón nos invita a sentarnos.
- La cama nos pide a gritos que nos despertemos.
- Salió fumando apuradísima la última locomotora del pueblo.
- Y entonces el lobo replicó: «¡Está bien! Pues soplaré, soplaré y soplaré y tu casa derribaré».
- La muerte lo espera a la vuelta de la esquina, bien lo sabía ya.
- El automóvil conoce perfectamente el camino.
- Y dijo la liebre, ¿quieres correr una carrera?
- La fuente de la plaza me escucha resignada, la última moneda yo tiro, y se lo pido otra vez.
- El banco de la plaza me extraña cuando no voy.
- Las estrellas temblaron de miedo, hasta la luna se escondió del susto tras el estruendo.
- La bandera se había empolvado, feliz de nuevo, frente a la mirada atenta de todas esas palomitas.
- Las nubes corren una maratón mientras las observamos en la ventanilla del avión.
- Pronto se escucharían los largos sollozos de los violines de otoño.
- Mi bolígrafo describe perfectamente todo lo que pasa por mi cabeza.
- Las margaritas parloteaban, los claveles intentaban cantar a coro, pero nadie los podía oír.
- La antigua hamaca de hierro se queja y se queja, el nuevo tobogán brilla orgulloso y a ella la ignora.
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