Dilemas bioéticos de la clonación humana. Riesgos y virtudes de una polémica investigación científica
El debate en torno a los riesgos y las potencialidades de la clonación reproductiva humana no es un asunto nuevo en el campo de las ciencias ni tampoco en el debate bioético y legal al respecto. Ya en las décadas de 1960 y 1970 las voces de defensores y críticos de las técnicas de clonación, como Joshua Lederberg y Leon Krass, se pronunciaron en diarios de gran circulación para debatir sobre lo que James D. Watson vaticinó en 1971 como “el hombre clonal”.
Pero nada de ello impidió que treinta años después, a comienzos del siglo XXI, profesores de la Universidad Nacional de Seúl anunciaran en Science su éxito al obtener células madre multipotentes humanas a través de técnicas de clonación (en realidad, transferencia nuclear de células somáticas). En 2008 los científicos a cargo de un proyecto de la compañía de biotecnología Stemagen anunciaron la creación de los primeros cinco embriones humanos maduros usando esta misma técnica y, desde entonces, los avances en el campo no han cesado de crecer.
Todo apunta a que la clonación humana es un tema que sigue estando sobre el tapete. Tanto así, que las Naciones Unidas en 2021 han anunciado la solicitud de veto internacional para todas las formas de clonación humana, ya sea con fines reproductivos o terapéuticos, como una medida legal global para salvaguardar la ética científica en una era de revolucionarios descubrimientos en la materia.
Argumentos en torno a la complejidad del tema
Uno de los temores presentes al abordar el tema de la clonación es el de las consecuencias impredecibles que puede traer consigo la manipulación genética. Esto implica un cuestionamiento moral sobre la responsabilidad que tenemos los seres humanos frente a las generaciones venideras y el cuestionable derecho a manipular —incluso con buena intención— el destino genético de la especie.
Sin embargo, la clonación no es un proceso inédito en la naturaleza. Numerosas especies animales, vegetales y de microorganismos (bacterias, por ejemplo) emplean la clonación como un mecanismo de reproducción asexual, especialmente en épocas de escasos recursos, en los que la variabilidad genética provista por la reproducción sexual podría implicar un riesgo para la supervivencia de la especie.
Está claro, no obstante, que semejante procedimiento es ajeno a la lógica reproductiva de nuestra especie. De hecho, la clonación de primates superiores es costosa y difícil, dado que las proteínas fusiformes presentes en los cromosomas del óvulo no se hallan, como en el caso de otras especies de mamíferos (gatos, conejos, ovejas, etc.), distribuidas a lo largo de la célula sino que están ubicadas en un área muy definida del núcleo. Así, al retirar el núcleo para insertar la información genética deseada, se pierden también las proteínas fusiformes que juegan un rol clave en la división celular.
La clonación humana, por lo tanto, requiere de complejos procedimientos tecnológicos, cuyas aplicaciones médicas e industriales son, sin embargo, enormes. La clonación génica, por ejemplo, no reproduce mamíferos ni seres humanos vivos pero sí genes específicos que pueden ser trasplantados de una especie de microorganismos o vegetales a otra, dando pie al desarrollo de alimentos transgénicos, por ejemplo.
De un modo similar, la clonación de ciertas especies de mamíferos podría permitirnos sacarlos de la lista roja de especies en riesgo de extinción. La experiencia con la clonación del buey guar asiático en 2001, por ejemplo, logró producir un nuevo individuo de una especie prácticamente extinta, si bien este no logró sobrevivir más que unos días luego de su nacimiento. El problema, en este caso, es la poca variabilidad genética que habría en una población de clones animales, lo cual tampoco garantizaría la supervivencia de la especie, aunque sí la repetición en el tiempo de los mismos individuos.
Conclusiones
Desde 2005, muchas de las actividades de clonación terapéutica humana se han amparado en el hecho de que no reproducen individuos enteros —cosa que contraviene la dignidad humana, según lo ha establecido la ONU desde 2005—, sino que emplean la transferencia nuclear y otras técnicas similares para producir células madre con fines médicos.
La clonación reproductiva, esto es, clonar un embrión e insertarlo en un útero viable, en cambio, es considerada inmoral y ajena a la lógica reproductiva de la especie. Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Quién defiende los intereses de la especie frente a investigaciones en países no firmantes de estos acuerdos de la ONU, como China o muchos países africanos en los que no hay siquiera una legislación local en la materia?
El problema de la clonación, pues, debe abordarse desde una perspectiva filosófica y legal cuyas fronteras estén determinadas por la ciencia, y ello requiere de una consideración más moral de la investigación científica, contraria a menudo al espíritu de emprendimiento que fomentan y recompensan las industrias humanas. El riesgo, como lo establece Antony Starza-Allen en su artículo de noviembre de 2007 en BioNews, no es tanto enlentecer el avance de la ciencia como propiciar la huida de estas tecnologías y de los científicos dispuestos a experimentar con ellas a territorios ajenos a la regulación internacional.
¿Qué es un ensayo científico?
Un ensayo científico es un tipo de escrito que aborda un tema científico, lo explora en profundidad y sostiene sus hallazgos, hipótesis y conclusiones en la evidencia científica, esto es, en investigaciones propias y/o ajenas en el área. Se trata del tipo principal de documentos en las publicaciones científicas y divulgativas, dirigido a un público especializado o general, y cuyo propósito fundamental es transmitir y preservar el saber científico.
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Referencias
- “¿Qué es un ensayo científico?” en la Universidad Nacional de Trujillo (Perú).
- “Clonación humana” en Wikipedia.
- “Clonación” en National Human Genome Research Institute.
- “Human cloning” en Center for Genetics and Society.
- “Scientific writing” en The Royal Literary Fund (Reino Unido).
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