Una historia breve de la educación y la misión de la enseñanza
La educación siempre ha ocupado un rol fundamental en la transmisión y preservación del conocimiento de generación en generación. La posibilidad de enseñar, esto es, de educar o formar, va mucho más allá de simplemente ofrecer a los jóvenes técnicas y saberes objetivos que memorizar y ejercitar para permitirles adquirir un oficio. Educar es también transmitir valores fundamentales, enseñar una visión de mundo y afianzar conductas, modos de pensar. Es perpetuar un sistema y a la vez sembrar las semillas del cambio venidero.
¿Desde cuándo se educa?
Una breve historia de la educación se remonta, naturalmente, a la Antigüedad, cuando surgieron los primeros modelos de enseñanza que funcionaban de la mano de la religión. Los mandamientos judeocristianos, por ejemplo, no fueron sino una forma de “educar” al pueblo de Israel: convencerlo de seguir ciertas normas, de respetar ciertos valores, incluso de realizar ritos. Hay muchos otros ejemplos, como las milenarias tradiciones de China, India y Egipto, en las que se enseñaba al plebeyo no solo a desempeñar sus tareas campesinas —cosa que aprendía imitando a sus padres—, sino también a rendir culto al sol y a su representante en la Tierra, el faraón.
La enseñanza en aquellas épocas consistía en la transmisión de un oficio (una forma de trabajar) por parte de la familia o de los oficiantes locales (el herrero del pueblo enseñaba a sus jóvenes aprendices, por ejemplo); y en una formación religiosa, que contenía valores morales, consideraciones políticas, hábitos alimenticios y mecanismos rituales (como rezar o dar gracias antes de comer).
Estas enseñanzas eran impartidas de manera oral y por repetición, lo cual limitaba el aprendizaje a la memorización y de paso permitía la distorsión del mensaje: cada quien podía memorizar las cosas de un modo ligeramente distinto.
Para el surgimiento de la escuela, o de un espacio remotamente parecido a lo que hoy entendemos por ella, se haría necesaria la invención de la escritura, esto es, de una tecnología capaz de hacer perdurar las ideas más allá de la generación de quien las concibió. Así, los textos sagrados podían enseñarse y difundirse, las obras artísticas preservarse y la educación masificarse y hacerse más compleja.
Además, la escritura es en sí misma un saber que debe aprenderse, por lo que los primeros sistemas educativos en India, China y Egipto consistían, justamente, en alfabetizar y en leer los textos religiosos, a la par que el ejercicio de actividades físicas como la gimnasia, la natación, o la práctica del dibujo y la geometría.
Aún así, el primer sistema educativo propiamente dicho surgió en la antigua Grecia. Inicialmente era destinado a los hijos de la nobleza, pero acabó siendo administrado por el Estado y, por lo tanto, destinado a todo joven griego libre y varón. La enseñanza estaba en manos inicialmente de un maestro o rhetor, que a través del castigo físico impartía la disciplina, el deporte y la mnemotecnia para formar individuos que pudiesen ser luego educados por los filósofos, estudiosos de diversos temas naturales, sociales, matemáticos y literarios.
Sin embargo, la educación en la antigua Grecia respondía a modelos distintos, dependiendo de la ciudad-Estado en que se desarrollara: el modelo ateniense, centrado en la lectura de Homero y en la kalokagathía, la “educación del cuerpo y el alma” o la educación espartana, dedicada casi por completo a la preparación para la guerra y la participación civil y política.
Fue así que en el siglo IV d. C., durante el gobierno de Alejandro Magno, surgió en la magna grecia el concepto de Enkiklos paideia (término del cual proviene nuestra palabra “enciclopedia”), esto es, del saber que debe exigirse a todo hombre culto, compuesto por 7 ciencias distintas: la gramática, la retórica, la dialéctica, la aritmética, la música, la geometría y la astronomía. De allí que la cultura griega se convirtiera en una referencia de refinamiento y civilización para las élites romanas.
Fueron los romanos, de hecho, quienes sistematizaron la enseñanza griega y la convirtieron propiamente en un proceso, una dinámica masiva y engranada, a través de las primeras escuelas, liceos (nombre tomado del gimnasio en Grecia donde Aristóteles impartía sus enseñanzas) y academias.
La enseñanza medieval
Tradicionalmente, se considera al medioevo (la etapa iniciada tras la caída del Imperio Romano de Occidente) como una era de oscurantismo e ignorancia, ya que la religión cristiana se impuso fanáticamente en Occidente, renegando de la rica tradición clásica grecorromana. Hoy sabemos que no fue tan así, si bien esta época representó una ruptura innegable respecto de los modelos educativos y sobre todo a los contenidos enseñados en la antigüedad.
La educación medieval tenía lugar exclusivamente en el ámbito religioso, es decir, en los conventos y monasterios, ya que la letra escrita estaba casi estrictamente reservada para el clero. Incluso la nobleza medieval era analfabeta y los desarrollos científicos y filosóficos se daban siempre bajo una estricta tutela religiosa, no fuera a ser que incurrieran en herejías o desacatos y debieran ser castigados ejemplarmente. El latín era la lengua de los textos sacros, como la Biblia, con los que se enseñaba a través de la repetición y la memorización, cuando no de la copia manual repetitiva.
Sin embargo, luego de la renovación educativa de Carlomagno en el siglo IX, se crearon escuelas abiertas a los no religiosos, aunque en completo control de estos últimos. Así, se diseñó un modelo educativo que contemplaba dos instancias nada más: la escuela monástica, dedicada a los estudios primarios o la enseñanza básica, de tipo fundamentalmente oral y gratuita, destinada a la plebe; y la escuela episcopal o catedralicia, encargada de los estudios secundarios, que tenían lugar en los monasterios y a donde iban exclusivamente los jóvenes aristócratas, los que se formaban para el clero y aquellos que fueran excepcionalmente dotados.
En cuanto al temario, la enseñanza básica era ante todo eso: fundamental. A los plebeyos ni siquiera se les enseñaba a leer y escribir, pues eran destrezas que jamás necesitarían en el transcurso de sus vidas. En cambio, la educación superior contemplaba dos conjuntos de saberes: el trivium (gramática, dialéctica y retórica) y el quadrivium (aritmética, música, geometría y astronomía). Muchos de estos saberes eran herencia de los filósofos griegos como Aristóteles o Ptolomeo, siempre y cuando no contradijeran el credo religioso imperante.
La educación moderna
Para llegar a la educación moderna, preludio a la contemporánea, tendrían que pasar los 1500 años de Medioevo y darse en Europa el Renacimiento. Este movimiento estético y filosófico nacido en Italia retomó las enseñanzas clásicas y la herencia grecolatina, y rompió con los esquemas rígidos de la escolástica medieval. El humanismo, la nueva tendencia cultural y de pensamiento, permitió nuevas libertades de decisión individual al colocar al ser humano en el centro de la creación, un lugar que tradicionalmente ocupaba Dios.
Uno de los grandes pedagogos que construyó la educación moderna fue Juan Amos Comenio (1592-1670), quien propuso un modelo escolar desde la infancia temprana ya que no consideraba que la familia fuese una institución capaz de transmitir valores al niño. Su texto Didáctica Magna fue clave en la organización de las ideas pedagógicas del momento, entre las que estaba la necesaria gradualidad del aprendizaje, es decir, de que los jóvenes aprendieran de manera paulatina conforme su crecimiento físico y personal.
Durante siglos venideros se gestó la lucha de clases que acabó con el Antiguo Régimen e instauró el capitalismo y transformó también la escuela y el proceso educativo. El nuevo proceso educativo se enfocó en el afianzamiento de los valores democráticos y patrióticos, indispensables en la era de los Estados-nación, y también en el aprendizaje de oficios y saberes cada vez más especializados y rentables, o sea, en la formación de trabajadores cada vez más especializados.
En ello influyeron, lógicamente, el auge de las ciencias y el desarrollo tecnológico, que demostró para bien y para mal el inmenso poder que existe en el conocimiento acumulado: al pararnos sobre hombros de gigantes, tal como lo formuló Isaac Newton, podemos llegar a vislumbrar las verdades universales más complejas y, por consiguiente, a dominar las fuerzas naturales a nuestro beneficio. Y la educación, por si fuera poco, servirá para enseñarnos a esgrimir ese poder en beneficio de la especie y no en su perjuicio egoísta, siempre y cuando sepamos aprender de los errores del pasado. Recordarlos, transmitirlos e interpretarlos: he allí una de las tareas fundamentales de la educación contemporánea.
Referencias:
- “Ensayo” en WIkipedia.
- “Historia de la educación” en Wikipedia.
- “Modelos de enseñanza” en Wikipedia.
- “La evolución de la educación en Latinoamérica” en Universidad Siglo 21.
¿Qué es un ensayo?
El ensayo es un género literario, cuyo texto se caracteriza por estar escrito en prosa y por abordar un tema específico libremente, echando mano a los argumentos y las apreciaciones del autor, tanto como a los recursos literarios y poéticos que permitan embellecer la obra y potenciar sus rasgos estéticos. Se considera un género nacido en el Renacimiento europeo, fruto, sobre todo, de la pluma del escritor francés Michel de Montaigne (1533-1592), y que con el paso de los siglos se ha convertido en el formato más utilizado para expresar las ideas de un modo estructurado, didáctico y formal.
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