Ejemplos de
Elegía

La elegía es un tipo de poema en el que se expresa tristeza, melancolía o nostalgia por una persona, un lugar, un objeto o un tema. Por ejemplo: “Elegía I”, de Catulo.

La elegía pertenece al género lírico, porque manifiesta la subjetividad, es decir, los sentimientos, las emociones y los pensamientos del yo poético. 

La elegía surgió en la literatura clásica y podía tener un tono triste o alegre. En la Edad Media muchos autores comenzaron a escribir esta composición, sobre todo como homenaje a una persona fallecida.

Este tipo de poema también fue cultivado en la literatura española desde el Renacimiento hasta el siglo XX inclusive.

Características de la elegía

  • Temas. Los temas de la elegía son sentimientos como el lamento, la nostalgia y la melancolía, que son causados por un desamor, por la muerte de un ser querido, por un lugar o por un acontecimiento triste. Sin embargo, algunas elegías manifiestan emociones positivas, como la felicidad.
  • Estructura. Las elegías de la literatura clásica están escritas en dísticos elegíacos, es decir, la combinación de hexámetros y pentámetros. Las elegías de la literatura española están compuestas por tercetos encadenados (estrofas de tres versos de once sílabas con rima consonante que sigue la estructura ABA-BCB-CDC) o por versos libres (aquellos que no tienen una cantidad de sílabas o un tipo de rima determinados).
  • Figuras retóricas. En la elegía se utilizan varias figuras retóricas, como la hipérbole, la comparación, la metáfora y el retrato.

Ejemplos de elegía

  1. Fragmento de “Elegía a las musas”, de Solón (638-558 a. C.)

Famosas hijas de Mnemósine y Zeus Olímpico
Musas Piéridas, escuchadme cuando os invoco.
Concededme la felicidad que otorgan los dioses bienaventurados y gozar
siempre entre todos los hombres de una buena fama;
ser así dulce para los amigos, y amargo para los enemigos,
que mi vista sea para unos objeto de respeto, para otros de temor.
Si bien deseo tener riquezas, no quiero obtenerlas
de manera injusta. Más tarde, llega certero el castigo.
La riqueza que otorgan los dioses, es firme para el hombre
desde su cimiento más profundo hasta la cima.
Pero la que buscan los hombres a causa de su insolencia, no viene
con orden, sino que obedeciendo a las obras injustas, sin querer las sigue
y rápidamente se mezcla con la desgracia.
Nace de un pequeño origen, como el del fuego,
débil primero, incurable termina.
No duran por cierto mucho tiempo para los mortales
las obras de la insolencia,
sino que Zeus vigila el fin de todo y, de repente,
como súbitamente dispersa las nubes
el viento primaveral, que, tras revolver el fondo
del yermo mar de muchas olas y devastar
en la tierra productora de trigo las bellas obras alcanza la alta sede
de los dioses, el cielo, y nuevamente aclara el día
y brilla la bella fuerza del sol en la fértil tierra,
y no haya la vista ni siquiera una nube.
Tal es el castigo de Zeus; no contra uno
como se encoleriza un hombre mortal. (…)

  1. Fragmento de “Elegía a Pericles”, de Arquíloco (712-664 a. C.)

Mientras plañe un dolor quejumbroso, ningún ciudadano
 disfrutará de las fiestas, Pericles, ni el pueblo;
Pues que a unos tales barrieron las ondas del mar resonante
 y con razón nos rebosa la pena del pecho.
Pero los dioses, amigo, para remedio de males
 que no tienen salida, esfuerzo nos dieron.
Tal caso es un día a este a quien toca, y el otro es a aquel:
 hoy en contra nuestra se ha vuelto, y lloramos por eso
nuestra sangrienta llaga, más pronto caerá sobre otros.
Hala, dejad de llorar como hembras: sed fuertes. (…)

  1. Fragmento de “Elegía”, de Catulo (87-57 a. C.)

(…) Ay, hermano mío, perdido para mí, desdichado; ay, luz alegre arrebatada a su desgraciado hermano: contigo toda nuestra casa se derrumbó, contigo murió todo mi contento, que tu dulce amor alimentaba en vida. A él, ahora tan lejos enterrado no entre sepulcros conocidos, ni cerca de cenizas de parientes, sino sepultado en una Troya siniestra, en una Troya desgraciada, una tierra extraña en los confines del mundo lo retiene. Hacia esta, se dice, jóvenes griegos escogidos de todos lados presurosos abandonaron sus hogares y sus penates, para que Paris, alegre por el rapto de la adúltera, no disfrutara de su ocio libremente en un tálamo en paz. Por este azar, entonces, a ti, hermosísima Laodamía, te fue destrozado aquel matrimonio más querido que tu vida y que tu alma. (…)

  1. Fragmento de “Elegía VI” del Libro II, de Tibulo (54-19 a. C.)

(…) Amor cruel, ¡ojalá pueda ver rotas las flechas, tus armas, y apagadas las antorchas, si es posible! Tú atormentas a un desdichado, tú me obligas a lanzar imprecaciones contra mí mismo y a blasfemar alocadamente. Ya habría acabado con mis desgracias suicidándome, pero Esperanza ingenua alienta mi vida y siempre dice que será mejor el mañana. La Esperanza alimenta a los labradores, la Esperanza confía a los surcos arados la semilla que el campo se encargará de devolver a un interés mayor; ella coge con lazo pájaros, ella con caña peces, una vez que delante el cebo ha ocultado el sutil anzuelo. La Esperanza también consuela al preso atado con fuertes cadenas; las piernas hacen resonar el hierro, pero canta durante el trabajo. La Esperanza me promete una Némesis accesible, pero ella dice que no. Ay de mí, no quieras, joven desdeñosa, vencer a una diosa. (…)

  1. Fragmento de “Tristia”, de Ovidio (43-17 a. C.)

Irás sin mí —y no te envidio—, pequeño libro, a Roma
pues no le es permitido ir a tu miserable señor.
Ve, aunque desarreglado, como debe el libro del exiliado
y viste el hábito, desdichado, de este momento.
Que no te cubran los mirtilos con su purpúreo maquillaje
—que ese color no va con las tristezas—
ni escriban tu título con rojo ni bañen las hojas de cedro,
no lleves blancos cuernos en tu negra frente.
Que adornen esos detalles a los libros dichosos,
a ti te toca ser un recuerdo de mi fortuna.
Que no sean pulidos tus márgenes a piedra volcánica
para que te vean desalineado, con el pelo enmarañado.
No te avergüences de las manchas, quien las vea
pensará que son marcas de mis lágrimas.
Anda, libro, saluda con mis versos esos lugares queridos
para que los toque yo con el pie que me está permitido.
Si alguno ahí, como acostumbra el pueblo, no me ha olvidado,
si hubiera quien cuestione, quizá, cómo estoy
dile que estoy vivo, pero niega que estoy bien,
y que incluso esto, que viva, se lo debo a un dios. (…)

  1. “I” de Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique (1440-1479)

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
   cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

  1. Fragmento de “Elegía a las musas”, de Leandro Fernández de Moratín (1760-1828)

Esta corona adorno de mi frente,
esta sonante lira, y flautas de oro,
y máscaras alegres, que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, y el canto acabe,
que fuera osado intento repetirle.
He visto ya cómo la edad ligera,
apresurando a no volver las horas,
robó con ellas su vigor al numen.
Sé que negáis vuestro favor divino
a la cansada senectud, y en vano
fuera implorarle; pero en tanto, bellas
ninfas, del verde Pindo habitadoras,
no me neguéis que os agradezca humilde
los bienes que os debí. Si pude un día,
no indigno sucesor de nombre ilustre,
dilatarle famoso; a vos fue dado
llevar al fin mi atrevimiento. Solo
pudo bastar vuestro amoroso anhelo,
a prestarme constancia en los afanes
que turbaron mi paz, cuando insolente,
vano saber, enconos y venganzas,
codicia y ambición, la patria mía
abandonaron a civil discordia. (…)

  1. Fragmento de “Elegía II”, de Garcilaso de la Vega (¿1491?-1536)

A BOSCÁN

Aquí, Boscán, donde del buen troyano
Anquises con eterno nombre y vida
conserva la ceniza el Mantüano,
debajo de la seña esclarecida
de César africano nos hallamos
la vencedora gente recogida:
diversos en estudio, que unos vamos
muriendo por coger de la fatiga
el fruto que con el sudor sembramos;
otros (que hacen la virtud amiga
y premio de sus obras y así quieren
que la gente lo piense y que lo diga)
destotros en lo público difieren,
y en lo secreto sabe Dios en cuánto
se contradicen en lo que profieren.
Yo voy por medio, porque nunca tanto
quise obligarme a procurar hacienda,
que un poco más que aquellos me levanto;
ni voy tampoco por la estrecha senda
de los que cierto sé que a la otra vía
vuelven, de noche al caminar, la rienda.
Mas ¿dónde me llevó la pluma mía?,
que a sátira me voy mi paso a paso,
y aquesta que os escribo es elegía. (…)

  1. Fragmento de “Elegía a Ramón Sijé”, de Miguel Hernández (1910-1942)

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos. (…)

  1. “Elegía a Garcilaso”, de Rafael Alberti (1902-1999)

…antes de tiempo y casi en flor cortada.
Garcilaso de la Vega

Hubierais visto llorar sangre a las yedras cuando el agua más triste se pasó
toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los 
espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida
al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas y los laúdes se 
ahogan por arrollarse a sí mismos.

Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más 
tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.

En el Sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.

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Referencias

  • Cuba López, S. (2015). Elegía. En Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales. Disponible en: DETLI
  • Ministerio de Educación y Formación (España). (2010). Introducción a los géneros literarios: teoría y ejercicios. Secretaría General Técnica.
  • Montaner, A. (2015). Diccionario de géneros y modalidades líricas de la literatura hispánica. Disponible en: Research Gate

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Giani, Carla (24 de octubre de 2024). Elegía. Enciclopedia de Ejemplos. Recuperado el 26 de noviembre de 2024 de https://www.ejemplos.co/elegia/.

Sobre el autor

Autor: Carla Giani

Profesorado en Letras (Universidad de Buenos Aires).

Fecha de publicación: 30 de septiembre de 2022
Última edición: 24 de octubre de 2024

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