El apóstrofe es una figura retórica en la que se irrumpe brevemente en un discurso, diálogo o narrativa, para invocar a personajes imaginarios o reales. Con este recurso se intenta captar la atención del receptor y transmitirle un sentimiento, idea o pensamiento.
Por ejemplo:
¡Oh tristes nubes oscuras
que tan recias camináis, sacadme de estas tristuras
y llevadme a las honduras
de la mar a donde vais!
(Gil Vicente, Comedia de Rubena).
En general, en el apóstrofe se utiliza la segunda persona y, en algunas ocasiones, consiste en una “aclamación hacia la nada”. Además, esta figura suele ir acompañada por signos de exclamación o de interrogación.
Como el objetivo de este recurso es captar la atención de aquel que se expone al mensaje, se lo suele utilizar en los discursos que se elaboran para ser transmitidos oralmente, como por ejemplo, el guion de una obra de teatro. También es un recurso muy utilizada en poesía.
Esta figura literaria era muy recurrente en las obras de teatro de la Antigua Grecia, en las que los personajes pronunciaban las obras de espaldas al público.
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Ejemplos de apóstrofe
- ¡Oh virtuosa, magnífica guerra!
En ti las querellas volverse debían,
en ti do los nuestros muriendo vivían
por gloria en los cielos y fama en la tierra,
en ti do la lanza cruel nunca yerra
nin teme la sangre verter de parientes;
revoca concordes a ti nuestras gentes
de tales quistiones y tanta desferra.
(Juan de Mena, Laberinto de Fortuna) - ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste, Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
(San Juan de la Cruz, Noche oscura) - Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
(Santa Teresa de Jesús, Vivo sin vivir en mí) - Después, ¡oh flor de Histeria!, llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas eran mías.
(Rubén Darío, Margarita) - Ven, noche gentil, noche tierna y sombría,
dame a mi Romeo y, cuando yo muera,
córtalo en mil estrellas menudas:
lucirá tan hermoso el firmamento
que el mundo, enamorado de la noche,
dejará de adorar al sol hiriente.
(William Shakespeare, Romeo y Julieta). - Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre sábanas de espuma,
¡llevadme con vosotras!
(Gustavo Adolfo Bécquer, Rima LII). - Y apareció desnuda toda…
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
(Juan Ramón Jiménez, Vino, primero, pura). - ¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía
y con ella en mi muerte conjuradas!
(Garcilaso de la Vega, Soneto X)
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