Frida Kahlo, rara avis del arte del siglo XX
A comienzos del siglo XXI, el nombre y la imagen de Frida Kahlo se han hecho tan populares e icónicos que prácticamente no existe nadie que no sepa de quién se trata. Sin embargo, muchos menos conocen la vida atormentada que vivió, la exploración estética profunda que hay en su arte y el lugar icónico que ocupa en el siglo XX, como una de las creadoras más originales e inimitables de México y Occidente.
Frida Kahlo nació el 6 de julio de 1907, en la casa de sus padres en Coyoacán, Ciudad de México. Fue bautizada como Magdalena Carmen Frida Krahlo Calderón, tercera hija (de cuatro) de Guillermo Kahlo, un inmigrante alemán, y la mexicana Matilde Calderón. Su infancia estuvo signada por los efectos de la poliomielitis, enfermedad que la tuvo nueve meses en cama y le dejó una pierna más delgada de la otra, por lo que luego necesitó rehabilitación.
Por ello, su padre la inscribió en deportes poco usuales para una niña mexicana de la época, como el fútbol o el boxeo. Sin embargo, las limitaciones físicas que la enfermedad le dejó le impidieron hacer una vida infantil normal, y muchos de estos sufrimientos tempranos aparecieron años más tarde como temas en sus cuadros.
En 1922 Frida entró a la Escuela Nacional Preparatoria de Ciudad de México, una de las instituciones nacionales más prestigiosas de la época, interesada en aprender medicina. Allí entabló amistad con futuros intelectuales y artistas mexicanos de la talla de Salvador Novo, Agustín Lira, Alfonso Villa, entre otros. Poco después comenzó a trabajar en el taller de grabado e imprenta de un amigo de su padre, donde aprendió a dibujar copiando grabados de Anders Zorn, a pesar de que nunca antes había exhibido dotes ni interés en las artes plásticas.
Sus comienzos en la pintura
En 1925 un evento trágico tuvo lugar en la vida de Frida: el autobús en el que viajaba fue embestido por un tranvía y la dejó tremendamente malograda: la columna vertebral fracturada en tres partes, dos costillas rotas, la pelvis y la clavícula fracturadas, la pierna derecha quebrada en once partes y el pie derecho dislocado. Fue un milagro el hecho de que sobreviviera.
La medicina de la época atormentó a Frida durante años con múltiples y continuas operaciones. Se estima que fueron alrededor de 32. Además, le pusieron corsés de yeso y otros aparatos ortopédicos que, si bien lograron poco a poco devolverla a la vida útil, la inmovilizaron y aislaron durante períodos enteros. Y así, obligada a permanecer quieta para permitir la correcta soldadura de sus huesos, Frida comenzó a pintar.
En 1926 terminó su primer autorretrato al óleo, que dedicó a su novio de esa época, y a partir de entonces comenzó a aspirar a más con su pintura. Inicialmente se dedicaba a retratos de sus amigos y familiares, que llenaba de elementos simbólicos y de objetos que aludían a sus nombres. Y conforme su cuerpo fue sanando, Frida pudo retomar su vida social y comenzar a interesarse en la política. A través de su amigo Germán de Campo, dirigente estudiantil, conoció militantes comunistas como el cubano Julio Antonio Mella, y este último la presentó con quien fue el amor de su vida: el pintor muralista mexicano Diego Rivera.
La vida con Diego
Frida Kahlo y Diego Rivera contrajeron matrimonio en agosto de 1929, en lo que muchos llamaron en burla “la unión de un elefante y una paloma”, pues él era gordo y tosco, y ella diminuta y apocada. Su relación fue tormentosa, audaz y llena de complejidades. Compartían el vínculo creativo: Diego fue un gran admirador de los cuadros de Frida y ella la mayor crítica de los murales de él.
Sin embargo, en sus aspectos más íntimos su vida estuvo llena de frustraciones. El primer embarazo de Frida, que duró apenas tres meses antes de tener que ser interrumpido, dejó muy en claro que ella no podría ser madre debido a las lesiones de la polio y de su terrible accidente. Esto es algo que a ella le costó muchos años aceptar. Diego, por su parte, era continuamente infiel y llegó a tener aventuras incluso con Cristina, la propia hermana de Frida, y con otras muy numerosas mujeres. Frida no tardó en pagarle con la misma moneda.
En el ojo del huracán
Entre 1931 y 1933 Diego y Frida vivieron juntos en Estados Unidos, país donde la fama de Rivera había crecido inmensamente, lo que trajo consigo numerosos trabajos; todo lo contrario al México revolucionario de Plutarco Elías Calles. El Museo de Detroit y el Rockefeller Center fueron apenas algunos de sus trabajos más importantes de entonces. Frida, en cambio, pintaba esporádicamente obras que contenían importantes críticas al modo de vida estadounidense.
En ese entonces volvió a quedar embarazada y aunque trató de llevar una vida de reposo absoluto, en julio de 1932 tuvo un segundo aborto, algo que intentó reflejar en su cuadro “Hospital Henry Ford”, uno de los más conocidos de su trayectoria. Desolada por estos acontecimientos, Frida insistió en que volvieran a México y lo hicieron al año siguiente.
Una vez en casa, Frida se dedicó a su pintura. Muchas de sus grandes obras surgieron en ese período, en el que además su relación con Diego dio un giro rotundo, luego de que ella descubriera el amorío del pintor con Cristina, la hermana de Frida. Y aunque la pareja logró dejar atrás estos dilemas, a partir de entonces Frida cultivó también numerosos amantes, hombres y mujeres.
En los años venideros su obra cobró realce en París y Nueva York, y tuvo elogiosas críticas de artistas e intelectuales como André Bretón. Además, tanto Frida como Diego conformaron destacadas figuras políticas del mundo artístico e incluso recibieron en su hogar al líder comunista ruso León Trostki, con quien Frida tuvo un breve amorío. Pronto las distancias crecientes en el seno de la pareja se hicieron muy grandes y en 1939 decidieron divorciarse.
Al contrario de lo que uno pensaría, esto no significó la ruptura total de relaciones sociales, políticas y artísticas entre los dos, y en 1940, estando ambos en San Francisco, Estados Unidos, decidieron volver a casarse. Solo que esta vez la vida sexual quedaría por fuera del contrato: cada quien podría estar con quienes quisiera.
Sus últimos años
El arte de Frida no paró de ganar fama en los Estados Unidos. Exposiciones en el MOMA de Nueva York, en el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston y en el Museo de Arte de Filadelfia daban cuenta de ello. Sin embargo, la salud de Frida era cada vez más inestable. Nuevas operaciones en Estados Unidos y en México a su regreso la tuvieron siempre en un estado de fragilidad, y en 1950 debió ser hospitalizada en la Ciudad de México durante un año entero.
En 1953 la Ciudad de México presenció la única exposición individual que se hizo de la obra de Frida mientras estuvo con vida, en la Galería de Arte Contemporáneo. Pero la salud de la artista era tan débil, que los médicos no le permitieron asistir. Así que, desafiando el consejo de los profesionales de la salud, Frida pidió ser trasladada en ambulancia hacia la galería, y allí protagonizó su noche en una camilla, contando chistes y rodeada de sus amistades.
Al año siguiente, sin embargo, una gangrena obligó a los médicos a amputarle una pierna, y la depresión resultante fue tal que Frida intentó suicidarse en dos ocasiones. En esa época escribió algunos poemas suicidas en su diario. Finalmente, el 13 de julio de 1954, en medio de dolores y tormentos, Frida Kahlo exhaló su último suspiro. Sus restos fueron velados en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México y su féretro cubierto con la bandera del Partido Comunista Mexicano, al que perteneció toda la vida. Sus cenizas se conservan en la misma casa que la vio nacer, renombrada hoy como la Casa Azul de Coyoacán.
Referencias
- “Frida Kahlo” en Wikipedia.
- “Biografía de Frida Kahlo” en Museo Frida Kahlo.
- “Frida Kahlo, un ícono del siglo XX” en National Geographic.
- “Frida Kahlo (México, 1907-1954)” en HA!
- “Frida Kahlo (Mexican painter)” en The Encyclopaedia Britannica.
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