Hace mucho tiempo, en un pueblo de Italia, vivía un viejo carpintero llamado Gepetto, quien se dedicaba a fabricar juguetes para todos los niños del pueblo, ya que no tenía familia ni nietos propios.
Gepetto era generoso y compartía con los niños la alegría, pero a veces se sentía solitario y desdichado, por lo que un día reunió un sobrante de madera y decidió crear una simpática marioneta para entretenerse. La obra le salió tan bien y parecía ser tan real, que el viejo carpintero bautizó al muñeco como Pinocho, mientras suspiraba largamente, deseando que pudiera convertirse en un niño de verdad.
Una noche sus deseos se cumplieron. Un hada, que a menudo lo visitaba en secreto para disfrutar de las risas que otorgaba a los niños del pueblo, consideró que el anciano merecía una alegría y, alzando su varita mágica, le infundió vida propia al muñeco de madera. Fue así que Pinocho cobró vida y fue al encuentro de Gepetto.
— ¡Padre, padre, soy yo, Pinocho! —lo saludó la marioneta.
— ¿Quién está allí? ¿Quién habla? —respondió el anciano, sorprendido.
— ¡Soy yo, tu hijo! —dijo Pinocho, y el anciano, estallando de alegría, lo tomó entre sus brazos, sin saber a quién agradecer por aquel milagro inesperado.
La felicidad reinó en la casa del carpintero los siguientes tiempos, y Pinocho fue aprendiendo a hacer todo lo que hacen los niños ordinarios. Tanto así que Gepetto lo inscribió en la escuela y, como no tenía dinero para comprar útiles escolares, vendió su único abrigo para que Pinocho pudiera estudiar. Y Pinocho, consciente del sacrificio de su padre, iba a la escuela con entusiasmo, decidido a aprender lo más posible y algún día poder dar al anciano carpintero el dinero que necesitaría.
Hasta que un día, en sus idas y venidas a la escuela, Pinocho pasó por una plaza y encontró un titiritero que hacía bailar a otros muñecos idénticos a él. Pero esos muñecos no tenían vida, sino que se movían cuando el titiritero les tensaba sus cuerdas. Así que, parándose al lado de ellos, Pinocho se acercó a bailar y todos los niños aplaudieron encantados. El titiritero le propuso que, en vez de ir a la escuela, fuese a trabajar para él, ya que juntos podrían dar excelentes funciones. Y Pinocho, decidido a reponer el abrigo de Gepetto, aceptó la propuesta.
Así empezaron sus días de funciones con el titiritero, quien gracias a Pinocho hacía mucho más dinero que nunca antes. Hasta que Pinocho, calculando que ya tenía una buena suma ganada, decidió que era hora de volver a la escuela. Al principio, el titiritero trató de persuadirlo: le dijo que esperara un poco más, que por qué detenerse ahora si podían ganar mucho más, pero Pinocho había logrado su objetivo y ahora quería volver a la escuela. Entonces, el titiritero enfureció y encerró a Pinocho en una jaula, para obligarlo a seguir bailando en sus funciones.
Esa noche, Pinocho lloró desconsolado, lleno de miedo por no volver a ver a su padre. Además, de solo pensar en lo preocupado que estaría Gepetto, se moría de vergüenza. Por suerte, el hada que le había otorgado la vida se encontraba por allí y, al escuchar los llantos de Pinocho, acudió a su ayuda. El hada abrió la jaula y Pinocho escapó del titiritero, pudiendo llevarse apenas una porción del dinero que le correspondía por su trabajo.
Pinocho emprendió entonces el regreso. Pero en el camino se cruzó con un gato y un zorro quienes, al ver el dinero entre sus manos, se ofrecieron a ayudarlo. Le prometieron que conocían un lugar donde el dinero germinaba como las semillas y donde bastaba con enterrar las monedas para que pronto se multiplicaran. Y de nuevo Pinocho, deseoso de reponer el dinero que el titiritero le había quitado, aceptó de buena gana.
El gato y el zorro lo condujeron a un supuesto “campo de los milagros”, y le explicaron que debía enterrar el dinero y volver luego de unas cuántas horas. Así lo hizo Pinocho, después de agradecerles por su consejo generoso. Cavó con las manos en la tierra y dejó el dinero adentro. Pero en cuanto se dio la vuelta, los otros dos desenterraron las monedas y se fueron con ellas, muertos de la risa. Horas después, cuando Pinocho volvió, solamente encontró el agujero abierto y ni rastro de sus monedas.
Al borde del llanto, Pinocho deambuló por el pueblo tratando de volver a encontrarse con el gato y el zorro, pero no hubo ni pista de ellos por ninguna parte. Así que terminó buscando refugio en una taberna, donde comió y bebió, pero no tuvo dinero para pagar. Cuando el tabernero se enteró, se puso furioso, y confrontando a Pinocho, le exigió el pago de lo que le debía, pues caso contrario lo llevaría de una oreja a ver a su padre.
— Yo no tengo padre —mintió Pinocho. Y en cuanto terminó de decirlo, su nariz comenzó a crecer como una rama que nacía de su cara.
— ¿Y entonces con quién vives, niño? —preguntó el tabernero.
Pinocho le respondió con otra mentira, y luego con otra, y con otra más, hasta que su nariz creció tanto que no lograba ya ponerse de pie. Todo el mundo a su alrededor quedó atónito al ver aquella nariz crecer y crecer con cada mentira. Entonces, entre los parroquianos, apareció el dueño de un circo que, al ver a Pinocho en aprietos, saldó su deuda y se lo llevó para que trabajara en su circo hasta que le pagara el dinero debido.
Así empezó la nueva vida de Pinocho, quien se vio ahora atrapado en un circo, donde debía mentir y mentir para que le creciera la nariz. Cada cierto tiempo venía alguien y se la serruchaba, lo cual le causaba terribles dolores, y solo para que volviera a crecer.
Los días pasaron y como su ausencia se prolongaba, Gepetto, con gran preocupación, decidió salir a buscar a su hijo. Tras mucho preguntar en el pueblo, supo que Pinocho se había ido con el circo, así que decidió seguir la pista. Pero luego de muchos días de viaje, logró dar con el circo justo a tiempo para verlo embarcar hacia costas lejanas. Determinado a recuperar a su hijo, Gepetto le pidió el barco prestado a un pescador y zarpó tras el niño.
Entonces, en medio del mar, estalló una tormenta y el barco que conducía al circo se empezó a sacudir con mucha fuerza. Y mientras Gepetto hacía esfuerzos por mantener a flote su barquito, las olas barrieron la cubierta del barco más grande y Pinocho fue a dar al agua. Fue así que padre e hijo finalmente se reencontraron, y trataron de volver a la costa. Pero la tormenta los empujó más y más hacia afuera, hasta que inesperadamente, una enorme boca brotó del agua. ¡Una ballena se tragó su embarcación entera!
Quién sabe cuánto tiempo estuvieron allí atrapados, dentro de la ballena. Ninguno de los dos sabía nadar, así que el panorama no era bueno. Ese tiempo, al menos, lo usaron para ponerse al día y para que Pinocho le pidiera disculpas a su padre, pues todos los errores cometidos surgieron de la intención de comprarle de nuevo un abrigo.
La mención de esta prenda de ropa les dio una idea y sacando una pluma del sombrero de Pinocho, le hicieron cosquillas a la ballena en el paladar, hasta provocarle un estornudo. Y así, de golpe, salieron disparados por las aguas, en dirección a la costa.
Una vez a salvo, Gepetto y Pinocho volvieron a casa, donde el hada nuevamente los estaba esperando. Y como recompensa por su amor verdadero, le concedió a la marioneta vida real con un toque de su varita mágica. Pinocho, transformado en un niño de carne y hueso, había aprendido su lección. Y juntos, padre e hijo, vivieron felices muchos años.
Lo que debes saber sobre el cuento de Pinocho
El cuento de Pinocho (en italiano Pinocchio, diminutivo de “Giuseppino”, y a la vez un juego de palabras con “pino” y “ojo”) es de origen italiano y fue publicado por vez primera en Florencia, en 1881, en la revista Giornale dei bambini (“Revista de los niños”). Su título original fue Le avventure di Pinocchio: Storia di un burattino (“Las aventuras de Pinocho: historia de una marioneta”) y fue escrito por el periodista Carlo Collodi (1826-1890), e ilustrado por Enrico Mazzanti.
A pesar de tener escenas particularmente fuertes para un relato infantil, el éxito de este cuento fue tal, que numerosas versiones y adaptaciones surgieron con el venir de los años, en libros, historietas e incluso cine y animación. Entre estas destacan la versión novelística escrita por el célebre autor ruso León Tolstói, o la versión mucho más humana y pedagógica escrita por la austríaca Christine Nöstlinger. Además, está la versión animada de los estudios de Walt Disney de 1940, considerada una obra maestra del cine de animación, posiblemente la versión más difundida y apreciada.
Referencias:
- “Narración” en Wikipedia.
- “Pinocho” en Wikipedia.
- “Pinocho (película de 1940)” en Wikipedia.
- “Cuento de Pinocho” en Pocoyó (Argentina).
- “Cuento de Pinocho” en Árbol ABC.
- “Pinocchio (fictional character)” en The Encyclopaedia Britannica.
¿Qué es un cuento?
Un cuento es un relato corto, con pocos personajes y con una única trama que puede estar basada en hechos reales o ficticios. Son textos narrativos con un argumento relativamente sencillo, en el que los personajes participan de una única acción central. Los espacios también son acotados: los hechos suelen producirse en no más de uno o dos lugares. Se caracterizan por la presencia de un narrador y por tener una introducción, un nudo y un desenlace.
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