El calentamiento global y la ingeniería climática
De acuerdo a las mediciones de la Organización Meteorológica Mundial, el verano de 2020 fue el más cálido de la historia, casi un grado Celsius por encima de los valores promedio del siglo XX. Esta noticia, recibida con alarma por los sectores ecologistas, vino acompañada de los terribles incendios que a lo largo de dicho año y del 2021 se han suscitado en diferentes geografías. Evidencia insoslayable del paulatino pero indetenible calentamiento global del cual somos testigos, pero también responsables, los seres humanos.
El calentamiento global debe entenderse como el aumento vertiginoso y constante de las temperaturas globales, consecuencia de la acumulación de gases ricos en carbono (gases de efecto invernadero) en la atmósfera. Estos últimos impiden la irradiación de la energía solar hacia el espacio y acarrean un cambio paulatino pero drástico en la dinámica climática mundial, con consecuencias muy diversas y peligrosas para los ecosistemas y para la humanidad: el aumento del nivel de los mares y su acidificación y desoxigenación; el retroceso de los glaciares y el permafrost, y los climas mucho más extremos, con largas etapas de sequía y desertificación.
Muchos de estos últimos fenómenos catastróficos han dejado de ser una premonición y están teniendo ya lugar en distintas partes del mundo. El debate en torno al cambio climático y la responsabilidad humana en él (algo que aún muchos sectores económicos y políticos prefieren ignorar) nos obliga como especie a pensar en soluciones rápidas y urgentes, muchas de las cuales se debaten a escala global en instancias internacionales como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), donde se han decidido muchas políticas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
No obstante, parece improbable que un mundo tan social, política y económicamente desigual logre a tiempo una reducción a tan grande escala. En primer lugar, porque la demanda energética del mundo no ha cesado de crecer en los últimos 50 años: la humanidad consumía en 2011 alrededor un promedio de 15 teravatios (15 trillones de vatios) por año, la mayor parte de los cuales se genera a través de la quema de combustibles fósiles como el carbón, petróleo o gas natural, liberando toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
La respuesta de los países más desarrollados se puede resumir en el New Green Deal de inicios del siglo XXI: la marcha hacia una economía menos dependiente del carbono. Así, a la mayor supervisión estatal de las dinámicas industriales acompaña una importante sustitución de las fuentes de energía tradicionales por fuentes renovables como la energía eólica, solar o hidroeléctrica. Cada una de estas alternativas trae consigo nuevos problemas y requerimientos, sin llegar en ninguno de los casos a resultar tan eficientes y confiables como se necesita.
El problema, además, atraviesa un eje económico y social muy importante, que requiere del cambio en las dinámicas de consumo tradicionales y la marcha hacia un nuevo modelo de vida más ahorrativo en materia energética e industrial, sobre todo en los casos de China y Estados Unidos, las dos economías que más daño causan en materia ambiental.
Por si fuera poco, todo ello debe hacerse contrarreloj: el grupo de científicos asesores de la ONU en materia climática ha establecido el año de 2030 como el límite para introducir cambios significativos en nuestra dinámica energética. Después de ese momento, los cambios climáticos y ambientales serán irreversibles y se acelerarán los unos a los otros, en un circuito de retroalimentación indetenible. De continuar como van las cosas, se estima que en 2100 nuestro planeta haya aumentado en promedio su temperatura en 8 ºC.
Hacia una ingeniería climática
Existen, sin embargo, iniciativas que marchan a contramano de los sectores ecologistas y que, en lugar de aspirar a la moderación o el cambio radical de nuestro modelo de producción, aspiran más bien a una solución tecnológica que lo haga sostenible. Diferentes iniciativas de tecnología de captura de carbono atmosférico se están poniendo a prueba en Europa y Estados Unidos con un éxito relativo, aunque aún se requiere de una mayor exploración de sus aplicaciones prácticas para hacerlas rentables.
Estos sumideros de carbono, no obstante, son poca cosa para hacer frente a la escala global del problema, y si bien podrían, suponiendo su aplicación mundial, reducir nuestra contribución futura al problema, no impedirán que el proceso ya puesto en marcha continúe su rumbo. Es por eso que ideas mucho más ambiciosas comienzan a contemplarse.
Una de ellas tiene que ver con la gestión de la radiación solar (GRS, Geoingeniería de la Radiación Solar), un esquema tecnológico que permitiría deflactar parte de la radiación del sol mediante espejos o dispositivos reflectores ubicados en el espacio cercano a nuestro planeta, o mediante el aumento del albedo (la proporción existente entre la energía luminosa que incide en un espacio) de la superficie terrestre, ya sea a través del sembrado de nubes, o de modificaciones de la corteza terrestre o la superficie marina.
Otra idea, en cambio, propone la reducción artificial de los gases ricos en carbono presentes en la atmósfera, mediante la inyección de aerosoles de azufre (anhídrido sulfúrico o ácido sulfúrico) en la atmósfera a través de aviones especialmente diseñados. Sin embargo, según ciertos estudios científicos, estos métodos podrían resultar peores que la enfermedad, en tanto suponen una amenaza grave para la capa de ozono.
Sean cuales sean los modelos de ingeniería climática propuestos, representan una salida posible, si bien riesgosa, ante un problema inminente y de consecuencias planetarias. La elección entre la perpetuación del modelo industrial productivo y su sustitución parece hallarse en el corazón del debate.
La ingeniería climática podría brindarnos una solución cómoda, que no exija tantos sacrificios inmediatos y que nos brinde un mayor margen de tiempo para diseñar un sistema viable, pero a cambio podría sumar una responsabilidad más a las que ya tenemos respecto al desastre climático, y convertirse en un problema mayor para las generaciones futuras.
Referencias:
- “¿Qué es un ensayo científico?” en la Universidad Nacional de Trujillo (Perú).
- “Calentamiento global” en Wikipedia.
- “¿Qué es el calentamiento global?” en National Geographic Español.
- “Esto es lo que dicen los científicos: el cambio climático llega antes y más fuerte de lo previsto” en Naciones Unidas.
- “¿Tan nocivos son realmente los efectos del calentamiento global?” en NRDC.
¿Qué es un ensayo científico?
Un ensayo científico es un tipo de escrito que aborda un tema científico, lo explora en profundidad y sostiene sus hallazgos, hipótesis y conclusiones en la evidencia científica, esto es, en investigaciones propias y/o ajenas en el área. Se trata del tipo principal de documentos en las publicaciones científicas y divulgativas, dirigido a un público especializado o general, y cuyo propósito fundamental es transmitir y preservar el saber científico.
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