10 Ejemplos de
Fábulas con moraleja para niños

Las fábulas son textos literarios cortos de los que se desprende una enseñanza moral o lección. Sus personajes suelen ser animales personificados, es decir que realizan acciones propias de los humanos. Por ejemplo: La zorra y las uvas, El escorpión y la rana (ambas de Esopo).

Las fábulas permiten analizar distintas virtudes y defectos de las personas de una manera pedagógica, a fin de transmitir una moraleja, que puede aparecer de manera explícita al final del texto o quedar implícita para que la deduzca el receptor.

Por lo general, estos relatos se difunden de manera oral, para que los niños y niñas que están en proceso de crecimiento y todavía no saben leer puedan aprender ciertos valores por medio de historias sencillas que entretienen y llevan a la reflexión. Las fábulas son textos con una finalidad didáctica, y por eso desempeñan un rol importante dentro de la literatura infantil.

Partes de la fábula

Las fábulas se componen de cuatro partes:

  • Introducción. Se presentan a los personajes de la historia, el tiempo y el lugar en el que suceden los hechos, y las primeras acciones que darán lugar al conflicto.
  • Nudo. Se desata un conflicto que afecta al o los protagonistas de la historia, se trata del problema al que deben enfrentarse.
  • Desenlace. Se resuelve el conflicto que se desarrolló en el nudo y se cierra la historia.
  • Moraleja. Se transmite una enseñanza o lección moral (implícita o explícitamente) que se desprende de la historia.

Ejemplos de fábulas para niños con moraleja

  1. La zorra y las uvas

Una zorra que dormía bajo una vid se despertó hambrienta y, enseguida, vio un racimo de uvas muy tentador sobre su cabeza. Quiso alcanzarlo, pero fue en vano: su pequeña estatura no se lo permitió. Trató de treparse al árbol, dio saltos, estiró sus patitas, hasta que se dio por vencida.

Mientras se alejaba del árbol, resignada, vio que un pequeño pajarito había estado observándola y se sintió avergonzada. Rápidamente se acercó al ave y, enojada, le dijo: “Cuando salté, me di cuenta de que las uvas no estaban maduras. Mi paladar es muy exquisito. Si no, me las hubiera comido”. Y, dándole la espalda al pajarito, que no alcanzó ni siquiera a responderle, la zorra se alejó.

Moraleja: Si no logramos alcanzar una meta, no debemos menospreciarla, ni culpar a otras personas o a las circunstancias por nuestros planes fallidos. Uno debe aprender a ser responsable de sus actos.

  1. La liebre y la tortuga

Con arrogancia y soberbia, una liebre se burlaba constantemente de una tortuga por su lentitud. Un día, harta de las agresiones, la tortuga le propuso correr una carrera para ver cuál de las dos era más veloz. La liebre, entre risas, aceptó la propuesta.

Finalmente, llegó el día de la carrera y todos los animalitos del bosque se acercaron a la línea de partida para ver la competencia. Apenas se escuchó la señal, la liebre salió corriendo a toda prisa. Mientras tanto, la tortuga, con su paso lento pero constante, avanzó por la pista, en la que su competidora no había dejado otro rastro que el polvo que levantaron sus ágiles patas al correr.

Relajada y orgullosa por su desempeño, la liebre decidió tomar una siesta cuando le faltaba poco para llegar a la meta, pero ya daba por descontado que sería la ganadora. El problema fue que se quedó dormida. Cuando se despertó, exaltada, vio a lo lejos que la tortuga estaba a dos pasitos de la línea de llegada. Corrió con todas sus fuerzas, pero cuando alcanzó la meta ya era tarde. La tortuga había ganado y era aplaudida y ovacionada por todo el público.

Moraleja: La vanidad y el exceso de confianza nos pueden jugar una mala pasada. Nunca te burles de los demás por no tener tus mismas habilidades, porque seguramente tienen otras igual de valiosas. La perseverancia y la constancia rinden sus frutos.

  1. El escorpión y la rana

Una rana descansaba a la orilla del río hasta que la aparición de un escorpión la puso en alerta. Apenas el arácnido le dijo las primeras palabras, la rana se tranquilizó:

—Ranita, ¿serías tan amable de montarme en tu lomo para que pueda atravesar el río? Prometo que no te picaré. Si lo hago, ambos nos ahogaríamos —le dijo el escorpión.

Luego de analizarlo un rato, en silencio, la rana aceptó el pedido del escorpión. Lo invitó a subirse a su lomo, se zambulló en el río y empezó a nadar. Pero, en medio del trayecto, la rana sintió un fuerte pinchazo y un profundo dolor: el escorpión, pese a su promesa, la había picado. Asustada y débil al mismo tiempo, la rana le preguntó a su pasajero por qué lo había hecho, y le advirtió que ambos morirían.

—Es que es mi naturaleza, no pude evitarlo —argumentó el escorpión, mientras ambos se hundían en el agua.

Moraleja: Los demás no tienen por qué actuar como lo haríamos nosotros: aunque alguien muestre buenas intenciones, los rasgos que forman parte de su naturaleza no cambian, aun cuando puedan dañarlos a ellos mismos.

  1. La gallina de los huevos de oro

Una pareja de granjeros compró la gallina más gorda y rebosante del mercado. A la mañana siguiente, cuando fueron a buscar los huevos al gallinero, se toparon con que la flamante gallina había puesto ¡un huevo de oro! Este extraño suceso se repitió cada día.

Sin salir de su asombro, se les ocurrió que si mataban a la gallina, podrían hacerse de todos los huevos de oro al mismo tiempo, sin tener que esperar a que ponga un único huevo por día. El problema fue que, cuando la mataron, en el estómago de la gallina no encontraron nada. Así, se quedaron sin la gallina y sin los huevos de oro.

Moraleja: La codicia nunca es buena consejera: nos puede llevar a perder lo que tenemos y a convertir la fortuna en pasajera.

  1. El león y el ratón

Caía el sol y el león solo tenía planificado descansar. Había sido una ardua jornada de caza, por lo que decidió recostarse debajo de un árbol a dormir una pequeña siesta. De repente, sintió algo en su cara. Abrió los ojos y se dio cuenta de que un pequeño ratón subía por su nariz.

Malhumorado, el león lo agarró de la cola y, cuando estaba por meterlo en su boca para comérselo, escuchó la fina vocecita del ratón que le pedía que se apiadara de él. El animalito le prometió que, si no lo comía, algún día se lo pagaría. Esta promesa dibujó una sonrisa en la cara del león. Se preguntó cómo ese diminuto animalito podría ayudarlo algún día. Así y todo, le perdonó la vida.

Apenas unos días más tarde, el león quedó atrapado en la red de un cazador. Desesperado, comenzó a pedir ayuda a los gritos. El ratón, que se encontraba por allí, reconoció su voz y salió corriendo a asistirlo. Con sus filosas paletas, rompió la red que lo envolvía y lo liberó.

—Hasta un pequeño ratón puede ayudar a un león —dijo el ratón, orgulloso de haberlo liberado.

Moraleja: Los actos de bondad siempre son compensados. Nunca menosprecies la ayuda de nadie, pues puede provenir de quien menos lo esperamos.

  1. Pedro y el lobo

Pedro era un niño pastor al que siempre le gustaba engañar a sus vecinos haciéndoles creer que venía el lobo. Cada dos por tres, se escuchaba en toda la zona:

–¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Ha venido un lobo y se quiere comer todo mi rebaño! ¡Y después irá por los de ustedes!

Frente a este pedido desesperado, y la terrible amenaza del lobo, los campesinos de la zona acudían a toda velocidad a ayudar a Pedro, pero cuando llegaban se encontraban con el niño tirado en el pasto muerto de risa, y sin noticias de ningún lobo.

Un día, Pedro descansaba debajo de un árbol y sintió que algo se movía por detrás. Cuando quiso darse cuenta, un gran lobo estaba atacando a sus ovejas. Comenzó a pedir auxilio de todas las maneras posibles, intentando aclarar que esa vez sí era en serio, pero como mentía tan a menudo nadie le creyó ni acudió en su ayuda. Así fue como el lobo acabó por comerse todas las ovejas de Pedro.

Moraleja: No debemos mentir, porque si no nadie nos creerá cuando digamos la verdad.

  1. La cigarra y la hormiga

Un hermoso día de verano, la cigarra disfrutaba muy tranquila de la tarde, echada debajo de un árbol. En eso estaba cuando vio que la hormiga pasaba muy cargada con alimentos, y se la veía muy cansada. Entonces le dijo:

–¡Ey, hormiga! ¿Por qué no descansas un rato? Mira que lindo está el día, ¡¿lo vas a desperdiciar trabajando?!

–Mientras tú disfrutas del día, yo estoy juntando provisiones para cuando llegue el invierno. Sé por experiencia que puede ser muy duro. ¡Deberías estar haciendo lo mismo! –respondió la hormiga, mientras se alejaba cargada de hojas.

Un día llegó el invierno, y la cigarra se encontró a la intemperie, muerta de frío y sin alimento. Decidió entonces acercarse a la casa de la hormiga y pedirle ayuda, pero ella le respondió:

–Mientras yo trabajaba, tú no hacías nada, mira ahora cómo estamos.

Y diciendo esto, le cerró la puerta en la cara. La cigarra se fue cabizbaja, pero aprendió la lección.

Moraleja: Debemos repartir el tiempo entre el trabajo y el ocio, y ser precavidos para los tiempos difíciles, porque todo puede cambiar de un día para otro.

  1. El caballo y el asno

Un campesino tenía un caballo y un asno que usaba como animales de carga. Todos los días debían ir y volver a la ciudad transportando los productos que llevaba el hombre para vender.

Un día de muchísimo calor, el caballo y el asno iban hacia la ciudad, cargados al máximo de sus posibilidades, como siempre. Ese día el sol era abrasador, y en un momento del camino el asno comenzó a debilitarse. Entonces le dijo al caballo:

–¡Oye, caballo! Ya no resisto más este peso, necesito que me ayudes. Por favor, toma la mitad de mi carga y llévala por mí, ya no tengo fuerzas.

El caballo lo miró indiferente e hizo oídos sordos al pedido. Unos minutos después, el asno cayó derrotado, y luego de unos instantes murió a causa del esfuerzo. Entonces, el campesino tomó toda su carga y la puso encima del caballo, a lo que sumó también la piel del asno. Así, el caballo, por no haber querido ayudarlo, debió cargar con todo el peso el resto del camino.

Moraleja: Siempre debemos ayudar al prójimo. Si nos comportamos de una manera egoísta, acabaremos por perjudicarnos a nosotros mismos.

  1. El león y el mosquito

Estaba muy tranquilo el león, a punto de dormir una siesta, cuando de repente comenzó a sentir que un mosquito le zumbaba insistentemente cerca de su oreja. Quiso espantarlo, pero se dio cuenta de que el mosquito intentaba decirle algo. Se acercó y oyó:

–¡Eh, león! Dicen que tú eres el rey de la selva. ¿Es así? Yo no lo creo. Apuesto a que puedo vencerte.

El león, muy sorprendido, esbozó una sonrisa, porque pensó que el mosquito le estaba haciendo una broma. En eso empezó a sentir que el insecto le daba un picotazo tras otro, a tal velocidad que no logró siquiera defenderse. El cuerpo comenzó a picarle tanto, que acabó arañándose todo de la desesperación por rascarse, de pies a cabeza. El mosquito, muy satisfecho, le dijo entre risas:

–¿Has visto? Te dije que podía vencerte. ¡Un animal insignificante como yo ha podido vencer al que se hacía llamar “rey de la selva”! ¡Qué dirán los otros animales cuando lo sepan!

El mosquito estaba muy compenetrado alardeando de su triunfo mientras el león intentaba reponerse, cuando de repente tropezó con una tela araña. Luego se hizo un silencio, y el mosquito, sabiendo que había sido capturado, se lamentó:

–¡Oh, qué tristeza! He vencido al animal más poderoso de la selva y acabaré derrotado por una simple araña.

Moraleja: No debemos ser arrogantes cuando algo nos sale bien o cuando ganamos, porque ninguna victoria es eterna y eso se volverá en contra nuestro.

  1. El murciélago y las comadrejas

Un día, el murciélago descansaba profundamente y sin darse cuenta cayó al suelo. En ese mismo momento, fue capturado por una comadreja que odiaba a las aves. Cuando vio que moriría, el murciélago suplicó por su vida, pero la comadreja le respondió:

–No puedo hacerlo, detesto las aves, ¡está en mi naturaleza!

A lo que el murciélago replicó:

–Pues yo no soy un ave, soy un roedor.

La comadreja lo inspeccionó detenidamente y notó que no tenía plumas, por lo cual comprendió que no era un ave y lo dejó ir.

A las pocas semanas, el murciélago volvió a caer al suelo y esta vez fue capturado por una comadreja que odiaba a los roedores, y cuando le suplicó por su vida, esta respondió:

–No puedo hacerlo, detesto los roedores, ¡está en mi naturaleza!

A lo que el murciélago replicó:

–Pues yo no soy un roedor, soy un ave.

La comadreja lo inspeccionó detenidamente y notó que tenía alas, por lo cual comprendió que era un ave y lo dejó ir. Así fue como el murciélago escapó dos veces de lo que era una muerte segura.

Moraleja: Es muy importante tener la capacidad de adaptarnos a las distintas situaciones que nos presenta la vida. La versatilidad nos puede salvar en cualquier circunstancia.

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Equipo editorial, Etecé (30 de septiembre de 2022). Fábulas con moraleja para niños. Enciclopedia de Ejemplos. Recuperado el 26 de noviembre de 2024 de https://www.ejemplos.co/fabulas-con-moraleja-para-ninos/.

Sobre el autor

Fecha de publicación: 17 de febrero de 2020
Última edición: 30 de septiembre de 2022

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