10 Ejemplos de
Himno

Un himno es una composición poética, cantada o musical en la que se alaba o se elogia a dioses, santos, héroes o personajes importantes. En los himnos se celebran además hechos significativos o se representa la identidad de una nación o de una colectividad. Por ejemplo: La Marsellesa (el himno nacional francés).

El himno pertenece al género lírico de la poesía, porque transmite sentimientos y pensamientos de enaltecimiento y de celebración y porque en su expresión predomina la subjetividad sobre la objetividad.

Los himnos fueron cambiando sus cualidades en las distintas épocas. En la Antigüedad, eran cantados por un coro y se centraban en enaltecer a seres divinos o mitológicos.

En la Edad Media, estaban vinculados con la liturgia católica, generalmente, eran cantados por una o varias personas en distintos tipos de ceremonias y alababan a las divinidades cristianas.

A partir del siglo XVIII, comenzaron a hacer referencia a elementos de la naturaleza y, más adelante, se empezaron a utilizar para representar una colectividad. Tal es el caso de los himnos nacionales, que reflejan la identidad de un pueblo. 

Características del himno

  • Temas. Los temas de un himno pueden ser la vida o las hazañas de dioses, héroes, santos o personajes importantes; acontecimientos memorables o elementos representativos de una nación o de una comunidad.
  • Estructura. La estructura de un himno está formada por estrofas (conjuntos de versos) y, en muchos casos, por coros o estribillos (estrofas que se repiten en distintas partes de la composición).
  • Narración y descripción. En un himno, es muy común que se narren distintos hechos o que se describan las características del tema en cuestión. En ambos casos, siempre se utiliza un tono festivo y emotivo.
  • Figuras retóricas. En los himnos se suelen utilizar figuras retóricas, como el retrato, la hipérbole o el símil, con el objetivo de realizar una composición estética.

Ejemplos de himno

  1. Fragmento de “Himno III – A Apolo” (se cree que fue escrito entre 660 y 585 a. C.), de Homero

A este néctar le da su padre en copa de oro, 
saludando a su hijo, y luego las demás divinidades 
allí se acomodan; alégrase la augusta Leto 
porque a un hijo poderoso, de arco armado, dio a luz. 
Salud, bienaventurada Leto, pues diste a luz ilustres hijos, 
Apolo soberano y Ártemis flechadora, 
a ella en Ortigia y a él en la rocosa Delos, 
apoyada en elevada montaña, la eminencia del Cinto,
muy cerca de la palmera, junto a las corrientes del Inopo. 
¿Cómo te celebraré yo a ti, que eres celebrado en todos 
los himnos? 
Pues por doquier, Febo, se ofrece materia de canto en 
tu honor,
sea en la tierra firme, criadora de novillas, sea en las islas; 
todas las atalayas te son gratas, las altas cimas 
de los elevados montes y los ríos que a la mar van a dar, 
los promontorios que en las aguas se adentran y las 
ensenadas marinas. (…)

  1. Fragmento de “Himno a Zeus” (280 a. C.), de Calímaco

No te hicieron rey de los dioses las suertes sino las obras de tus manos,
tu poder y tu fuerza, a los que también asentaste cerca de tu trono.
Y convertiste el ave que con mucho destaca en mensajero
de tus portentos: ¡ojalá se los muestres favorables a mis amigos!
Escogiste, entre los hombres, a los mejores; lo que es tú, no te quedas
con el ducho en naves, con el que blande el escudo ni con el aedo.
Antes bien, para otros bienaventurados de menor valer dejaste
que se cuidaran de estas otras cosas, mientras tú te escogiste a los mismos
caudillos de las ciudades, bajo cuyo poder se halla el hacendado, el hábil lancero,
el remero, todo: ¿qué no está sometido a la fuerza del que manda?
Por ejemplo, de los herreros decimos que son de Hefesto,
de los guerreros que pertenecen a Ares, a Ártemis, que túnica viste,
los cazadores, y a Febo los entendidos en los caminos de la lira.
Pero “de Zeus proceden los reyes”, pues nada hay más divino que los soberanos,
hijos de Zeus. Por ello también te los escogiste como tu lote.
Les otorgaste guardar las ciudades, mientras tú ocupas tu puesto
en lo más alto de los burgos, como vigía de quienes con juicios torcidos
al pueblo oprimen y de quienes, a la contra, lo llevan por buen camino.
De opulencia los cubriste, de riqueza en abundancia:
a todos, sí, pero no de la misma manera. Parece oportuno concluirlo
del caso de nuestro soberano, que muy adelantado anda en excelencia. (…)

  1. “A Hécate (La Madre del Mundo)” (escrito en la Antigüedad tardía), Anónimo

Enodia Triple Hécate, adorable Señora
de los seres terrestres, acuáticos, del sideral espacio;
subterránea, envuelta en amarillo manto,
¡protégenos con los oscuros espíritus que rondan tus lobregueces!
¡Loor a ti, Persea, deidad solitaria! 
Tú que posees las claves del mundo, infalibles, 
que retozas con los ciervos, cazadora nocturna, 
soberana invencible conducida por toros,
Ninfa guiadora, nutricia, que vagas por los montes, escucha 
a los suplicantes que con sus santos ritos tu poder reverencian,
 conduce a los pastores de elevada naturaleza, a nuestro lado.

  1. “Primer himno dominical de laudes” (fines del siglo IV d. C.), de san Ambrosio

Creador sempiterno de las cosas,
Que gobiernas las noches y los días,
Y alternando la luz y las tinieblas
Alivias el cansancio de la vida.

Invocando a la luz desde las sombras
El heraldo del sol alza sus voces:
Nocturna claridad de los viajeros,
Que separa la noche de la noche.

Al oírlo el lucero se levanta
Y borra al fin la obscuridad del aire,
Con lo cual el tropel de los espíritus
Malignos pone fin a sus maldades.

Con esta voz que al nauta reanima
Las olas del océano se calman,
Con esta voz hasta la misma piedra
De la Iglesia se acuerda de su falta.

El gallo canta y llama a los dormidos
Increpa a los poltrones y reprende
A los que se resisten a su canto.
Levantémonos, pues, resueltamente.

Canta el gallo y renace la esperanza,
Retorna la salud a los heridos,
El puñal del ladrón vuelve a la vaina
Y la fe se despierta en los caídos,

Pon tus ojos, Señor, en quien vacila,
Y que a todos corrija tu mirada:
Con ella sostendrás a quien tropieza.
y harás que pague su delito en lágrimas,

Alumbra con tu luz nuestros sentidos,
Desvanece el sopor de nuestras mentes,
y sé el primero a quien, agradecidas,
Se eleven nuestras voces cuando suenen.

Glorificado sea el Padre eterno,
Así como su Hijo Jesucristo
Y así como el Espíritu Paráclito,
Ahora y por los siglos de los siglos.

  1. “Te adoro con devoción” (fines del siglo XIII), de Santo Tomás de Aquino

Te adoro con devoción, Dios escondido, 
oculto verdaderamente bajo estas apariencias. 
A Ti se somete mi corazón por completo, 
y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; 
pero basta el oído para creer con firmeza; 
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: 
nada es más verdadero que esta palabra de Verdad.

En la Cruz se escondía solo la Divinidad, 
pero aquí se esconde también la Humanidad; 
sin embargo, creo y confieso ambas cosas, 
y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás 
pero confieso que eres mi Dios: 
haz que yo crea más y más en Ti, 
que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! 
Pan vivo que das vida al hombre: 
concede a mi alma que de Ti viva 
y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno, 
límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, 
de la que una sola gota puede liberar 
de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, 
te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: 
que al mirar tu rostro cara a cara, 
sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.

  1. Fragmento de “Himno a la inmortalidad” (principios del siglo XIX), de José de Espronceda

¡Salve, llama creadora del mundo,
lengua ardiente de eterno saber,
puro germen, principio fecundo,
que encadenas la muerte a tus pies!

Tú la inerte materia espoleas,
tú la ordenas juntarse a vivir,
tú su lodo modelas, y creas
miles de seres de formas sin fin.

Desbarata tus obras en vano
vencedora la muerte tal vez;
de sus restos levanta tu mano
nuevas obras triunfante otra vez. (…)

De la vida en el hondo Océano
flota el hombre en perpetuo vaivén,
y derrama abundante tu mano
la creadora semilla en su ser.

Hombre débil, levanta la frente,
pon tu labio en su eterno raudal;
tú serás como el sol en Oriente,
tú serás, como el mundo, inmortal.

  1. Fragmento de “Himno nacional del Perú” (1821), de José de la Torre Ugarte (letra) y José Bernardo Alcedo (música)

Coro

Somos libres, seámoslo siempre
y antes niegue sus luces el sol,
que faltemos al voto solemne
que la patria al Eterno elevó.

 Estrofa I

Largo tiempo el peruano oprimido
la ominosa cadena arrastró;
condenado a una cruel servidumbre
largo tiempo en silencio gimió.
Más apenas el grito sagrado
¡Libertad! En sus costas se oyó,
la indolencia de esclavo sacude,
la humillada cerviz levantó.

Estrofa II

Ya el estruendo de broncas cadenas
que escuchamos tres siglos de horror,
de los libres al grito sagrado
que oyó atónito el mundo, cesó.
Por doquier San Martín inflamado,
Libertad, libertad, pronunció,
y meciendo su base los Andes
lo anunciaron, también a una voz.

Estrofa III

Con su influjo los pueblos despiertan
y cual rayo corrió la opinión;
desde el istmo a las tierras del fuego
desde el fuego a la helada región.
Todos juran romper el enlace
que natura a ambos mundos negó,
y quebrar ese cetro que España,
reclinaba orgullosa en los dos. (…)

  1. “Himno de la Comunidad Valenciana” (1909), de Maximiliano Thous Orts (letra) y José Serrano Simeón (música)

Para ofrendar nuevas glorias a España
¡Nuestra Región, supo luchar!;
¡ya en el taller y en el campo resuenan
cantos de amor, himnos de paz!
¡Ved a la Región
que avanza en marcha triunfal!

Viene a dar la huerta mía
la riqueza que atesora,
y murmura el agua canto de alegría
que nació a los ritmos de guitarra mora.

Manda el arte paladines,
que te ofrezcan sus laureles
y a tus pies, sultana, tienden mis jardines
un tapiz de rosas, nardos y claveles.

Brindan rico tesoro
los naranjales de las riberas;
penden racimos de oro
bajo los arcos de las palmeras.

Suena, la voz amada
y en victorioso vibrante son,
notas de la alborada
cantan el triunfo de la región.

¡Despertemos, valencianos!
Que nuestra voz
la luz salude
de un nuevo sol!

Para ofrendar nuevas glorias a España
¡Nuestra Región, supo luchar!;
¡ya en el taller y en el campo resuenan
cantos de amor, himnos de paz!

¡Flote en los aires
nuestra señera!
¡Gloria a la Patria!
¡Viva Valencia!
¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!

  1. “Himno nacional mexicano” (1854), de Francisco González Bocanegra (letra) y Jaime Nunó (música)

Coro

Mexicanos, al grito de guerra
El acero aprestad y el bridón,
y retiemble en sus centros la tierra
al sonoro rugir del cañón.
Y retiemble en sus centros la tierra
al sonoro rugir del cañón.

Estrofa I

Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva
de la paz el arcángel divino,
que en el cielo tu eterno destino
por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
profanar con su planta tu suelo,
piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo
un soldado en cada hijo te dio.

Coro

Estrofa II

¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
de la patria manchar los blasones!
¡guerra, guerra! los patrios pendones
en las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! en el monte, en el valle,
los cañones horrísonos truenen
y los ecos sonoros resuenen
con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!

Coro

Estrofa III

Antes, Patria, que inermes tus hijos
bajo el yugo su cuello dobleguen,
tus campiñas con sangre se rieguen,
sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres
se derrumben con hórrido estruendo,
y sus ruinas existan diciendo:
de mil héroes la patria aquí fue.

Coro

Estrofa IV

¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran
exhalar en tus aras su aliento,
si el clarín con su bélico acento
los convoca a lidiar con valor.
¡Para ti las guirnaldas de oliva!
¡un recuerdo para ellos de gloria!
¡un laurel para ti de victoria!
¡un sepulcro para ellos de honor!

Coro

  1. “Himno a don Pedro Calderón de la Barca en el segundo centenario de su muerte” (1881), de Ventura Ruiz Aguilera (letra) y Tomás Bretón (música)

I.

Cuando himnos a tu gloria 
gozoso eleya el mundo, 
la voz de Salamanca 
no puedo, no, faltar. 
Desde ella, noble Escuela 
de tu naciente numen, 
subiste a la alta cima 
del arte nacional. 

Coro

Honra a tus hijos
pueblo español:
¡himnos y flores
a Calderón! 

II.

En ti, como en espejo
clarísimo, aparece
la imagen fiel visible
del pueblo que te amó.
Y el alma sorprendida
por ti, que la sondaste,
la clave de profundos
enigmas te entregó. 

Coro

III.

Rival de tu grandeza
jamás se vio en los tiempos
desde el gigante Esquilo
hasta llegar a ti.
Tú de la escena patria
el áureo cetro empuñas;
espléndido sol eres
que nunca tendrá fin.

Referencias

  • Manuales Germen. (s.f.). El arte de hacer versos.
  • Montaner, A. (2015). Diccionario de géneros y modalidades líricas de la literatura hispánica. DOI: 10.13140/RG.2.1.2607.5368
  • Rubio Escudero, C. (2015). Himno. En Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales. Recuperado el 9 de mayo de 2022, de http://www.proyectos.cchs.csic.es

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Giani, Carla (24 de octubre de 2024). Himno. Enciclopedia de Ejemplos. Recuperado el 27 de noviembre de 2024 de https://www.ejemplos.co/himno/.

Sobre el autor

Autor: Carla Giani

Profesorado en Letras (Universidad de Buenos Aires).

Fecha de publicación: 31 de mayo de 2022
Última edición: 24 de octubre de 2024

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