La letrilla es una composición poética de corta extensión que, generalmente, tiene un tono satírico o burlesco y que suele tratar sobre diversos temas, como festejos, la religión o el amor. Por ejemplo: «¿Qué comes, hombre?», de Luis de Góngora.
La letrilla pertenece al género lírico, porque expresa la subjetividad, es decir, los pensamientos, las reflexiones, las ideas y los sentimientos del yo poético.
Este tipo de poema es característico del Siglo de Oro español y fue escrito por autores reconocidos, como Luis de Góngora y Francisco de Quevedo.
- Ver además: Poemas barrocos
Características de la letrilla
Algunas características de la letrilla son:
- Temas. Las letrillas pueden versar sobre distintos temas, pero, generalmente, hacen referencia a un asunto de manera satírica o burlesca.
- Estructura. Las letrillas están compuestas por estrofas de versos hexasílabos (de seis sílabas) u octosílabos (de ocho sílabas) y tienen rima consonante o asonante. Además, poseen estribillos que hacen referencia a la idea principal de la composición, que se repiten al final de cada estrofa y que, en la mayoría de los casos, suelen estar al comienzo del poema.
- Figuras retóricas. En las letrillas, se utilizan distintas figuras retóricas, como la hipérbole, la comparación, la ironía y la metáfora, con la finalidad de producir un efecto estético.
Ejemplos de letrilla
- “Aprended, flores en mí”, de Luis de Góngora (1561-1627)
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.
La aurora ayer me dio cuna,
la noche ataúd me dio;
sin luz muriera si no
me la prestara la Luna:
pues de vosotras ninguna
deja de acabar así,
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy
Consuelo dulce el clavel
es a la breve edad mía,
pues quien me concedió un día,
dos apenas le dio a él:
efímeras del vergel,
yo cárdena, el carmesí.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy
Flor es el jazmín, si bella,
no de las más vividoras,
pues dura pocas más horas
que rayos tiene de estrella;
si el ámbar florece, es ella
la flor que él retiene en sí.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy
El alhelí, aunque grosero
en fragancia y en color,
más días ve que otra flor,
pues ve los de un Mayo entero:
morir maravilla quiero
y no vivir alhelí.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy
A ninguna flor mayores
términos concede el Sol
que al sublime girasol,
Matusalén de las flores:
ojos son aduladores
cuantas en él hojas vi.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy
- “Los dineros del sacristán”, de Luis de Góngora (1561-1627)
Los dineros del sacristán
cantando se vienen y cantando se van.
Tres hormas, si no fuel un par,
fueron la llave maestra
de la pompa que hoy nos muestra
un hidalgo de solar.
Con plumajes a volar
un hijo suyo salió,
que asuela lo que él soló,
y la hijuela loquilla
de ámbar quiere la jervilla
que desmienta al cordobán.
Los dineros del sacristán
cantando se vienen y cantando se van.
Dos troyanos y dos griegos,
con sus celosas porfías,
arman a Helena en dos días
de joyas y de talegos;
como es dinero de ciegos,
y no ganado a oraciones,
recibe dueñas con dones
y un portero rabicano;
su grandeza es un enano,
su melarquía, un truhán.
Los dineros del sacristán
cantando se vienen y cantando se van.
Labra el letrado un real
palacio, por que sepades
que interés y necedades
en piedras hacen señal;
hácelo luego hospital
un halconero pelón,
a quien hija y corazón
dio en dote, que ser le plugo,
para la mujer, verdugo,
para el dote, gavilán.
Los dineros del sacristán
cantando se vienen y cantando se van.
Con dos puñados de sol
y cuatro tumbos de dado
repite el otro soldado
para conde de Tirol;
fénix lo hacen, español,
collar de oro y plumas bellas;
despidiendo está centellas
de sus joyas, mas la suerte
en gusano lo convierte,
de pájaro tan galán.
Los dineros del sacristán
cantando se vienen y cantando se van.
Herencia que a fuego y hierro
malogró cuatro parientes,
halló al quinto con los dientes
peinando la calva a un puerro;
heredó por dicha o yerro,
y a su gula no perdona;
pavillos nuevos capona
mientras francolines ceba,
y al fin, en su mesa Eva
siempre está tentando a Adán.
Los dineros del sacristán
cantando se vienen y cantando se van.
- “Manda amor en su fatiga”, de Luis de Góngora (1561-1627)
Manda Amor en su fatiga
que se sienta y no se diga,
pero a mí más me contenta
que se diga y no se sienta.
En la ley vieja de Amor
a tantas fojas se halla
que el que más sufre y más calla,
ese librará mejor;
mas triste del amador
que, muerto a enemigas manos,
le hallaron los gusanos
secretos en la barriga.
Manda Amor en su fatiga
que se sienta y no se diga,
pero a mí más me contenta
que se diga y no se sienta.
Muy bien hará quien culpare
por necio a cualquier que fuere
que como leño sufriere
y como piedra callare;
mande Amor lo que mandare,
que yo pienso muy sin mengua
dar libertad a mi lengua,
y a sus leyes una higa.
Manda Amor en su fatiga
que se sienta y no se diga,
pero a mí más me contenta
que se diga y no se sienta.
Bien sé que me han de sacar
en el auto con mordaza,
cuando Amor sacare a plaza
delincuentes por hablar;
mas yo me pienso quejar,
en sintiéndome agraviado,
pues el mar brama alterado
cuando el viento lo fatiga.
Manda Amor en su fatiga
que se sienta y no se diga,
pero a mí más me contenta
que se diga y no se sienta.
Yo sé de algún joveneto
que tiene muy entendido
que guarda más bien Cupido
al que guarda su secreto;
y si muere el indiscreto
de amoroso torozón,
morirá sin confesión
por no culpar su enemiga.
Manda Amor en su fatiga
que se sienta y no se diga,
pero a mí más me contenta
que se diga y no se sienta.
- “La vaga esperanza mía”, de Luis de Góngora (1561-1627)
La vaga esperanza mía
se ha quedado en vago, ¡ay triste!
Quien alas de cera viste
¡cuán mal de mi Sol las fía!
Atrevida se dio al viento
mi vaga esperanza, tanto,
que las ondas de mi llanto
infamó su atrevimiento,
bien que todo un elemento
de lágrimas urna es poca.
¿Qué diré a cera tan loca,
o a tan alada osadía?
La vaga esperanza mía
se ha quedado en vago, ¡ay triste!
Quien alas de cera viste
¡cuán mal de mi Sol las fía!
Como vaga, fue ligera
a conducir mi esperanza
rayos, que apenas alcanza
la vista en la cuarta esfera.
Mal perdida. la carrera
torciendo, infelice suerte
abrasó para mi muerte
mi generosa porfía.
La vaga esperanza mía
se ha quedado en vago, ¡ay triste!
Quien alas de cera viste
¡cuán mal de mi Sol las fía!
- “Vuela, pensamiento, y diles”, de Luis de Góngora (1561-1627)
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Celosa el alma te envía
Por diligente ministro,
Con poderes de registro
Y con malicias de espía;
Trata los aires de día,
Pisa de noche las salas
Con tan invisibles alas
Cuanto con pasos sutiles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Tu vuelo con diligencia
Y silencio se concluya,
Antes que venzan la suya
Las condiciones de ausencia;
Que no hay fiar resistencia
De una fe de vidrio tal,
Tras de un muro de cristal,
Y batido de esmeriles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Mira que su casa escombros
De unos soldados fiambres,
Que perdonando a sus hambres
Amenazan a los hombres;
De los tales no te asombres,
Porque, aunque tuercen los tales
Mostachazos criminales,
Ciñen espadas civiles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Por tu honra y por la mía,
De esta gente la descartes,
Que le serán estos Martes
Más aciagos que el día;
Pues la lanza de Argalía
Es ya cosa averiguada
Que pudo más por dorada
Que por fuerte la de Aquiles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Si a músicos entrar dejas,
Ciertos serán mis enojos,
Porque aseguran los ojos
Y saltean las orejas;
Cuando ellos ajenas quejas
Canten, ronda, pensamiento,
Y la voz, no el instrumento
Les quiten tus alguaciles.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
- “Poderoso caballero es don Dinero”, de Francisco de Quevedo (1580-1645)
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Es Galán y es como un oro,
tiene quebrado el color;
persona de gran valor
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
pues que en las venas de Oriente
todas las sangres son reales.
Y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don Dinero.
¿Más a quién no maravilla
ver en su gloria, sin tasa,
que es lo menos de su casa
doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
y al cobarde hace guerrero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismos robles
da codicia su minero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos
en las casas de los viejos
gatos lo guardan de gatos;
y, pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don Dinero.
Y es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que con haberle hecho cuartos
no pierde su autoridad.
Porque pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y, pues les hace bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
(mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.
- Fragmento de “Chitón”, de Francisco de Quevedo (1580-1645)
Santo silencio profeso:
No quiero, amigos, hablar;
Pues vemos que por callar,
A nadie se hizo proceso.
Ya es tiempo de tener seso:
Bailen los otros al son,
Chitón.
Que piquen con buen concierto
Al caballo más altivo
Picadores, si está vivo,
Pasteleros, si está muerto;
Que con hojaldre cubierto
Nos den un pastel frisón,
Chitón.
Que por buscar pareceres
Revuelvan muy desvelados
Los Bártulos los Letrados,
Los Abades sus mujeres.
Si en los Estrados las vieres
Que ganan más que el varón,
Chitón.
(…)
Que el letrado venga a ser
Rico con su mujer bella,
Más por buen parecer de ella
Que por su buen parecer,
Y que por bien parecer
Traiga barba de cabrón,
Chitón.
Que tonos a sus galanes
Cante Juanilla estafando,
Porque ya piden cantando
Las niñas, como Alemanes;
Que en tono, haciendo ademanes,
Pidan sin ton y sin son,
Chitón.
Mujer hay en el lugar
Que a mil coches, por gozallos,
Echará cuatro caballos,
Que los sabe bien echar.
Yo sé quien manda salar
Su coche como jamón,
Chitón.
Que pida una y otra vez,
Fingiendo virgen el alma,
La tierna doncella palma,
Y es dátil su doncellez;
Y que lo apruebe el juez
Por la sangre de un Pichón,
Chitón.
- “Con su pan se lo coma”, de Francisco de Quevedo (1580-1645)
Que el viejo que con destreza
Se ilumina, tiñe y pinta,
Eche borrones de tinta
Al papel de su cabeza;
Que enmiende a naturaleza
En sus locuras protervo;
Que amanezca negro cuervo,
Durmiendo blanca paloma,
Con su pan se lo coma.
Que la vieja de traída
Quiera ahora distraerse,
Y que quiera moza verse
Sin servir en esta vida;
Que se case persuadida
Que concebirá cada año,
No concibiendo el engaño
Del que por mujer la toma,
Con su pan se lo coma.
Que mucha conversación,
Que es causa de menosprecio,
En la mujer del que es necio
Sea de más precio ocasión;
Que case con bendición
La blanca con el cornado,
Sin que venga dispensado
El parentesco de Roma,
Con su pan se lo coma.
Que en la mujer deslenguada
(Que a tantos hartó la gula)
Hurte la cara a la Bula
El renombre de Cruzada;
Que ande siempre persignada
De puro buena mujer;
Que en los vicios quiera ser
Y en los castigos Sodoma,
Con su pan se lo coma.
Que el sastre que nos desuella
Haga, con gran sentimiento,
En la uña el testamento
De lo que agarró con ella;
Que deba tanto a su estrella,
Que las faltas en sus obras
Sean para su casa sobras
Cuando ya la muerte asoma,
Con su pan se lo coma.
- “Letrilla primera”, de Baltasar de Alcázar (1530-1606)
De la dama que da luego,
Sin decir “vuelva a la tarde”
Dios os guarde.
De la que a nadie despide,
Y al que le pide a las nueve,
A la diez ya no le debe,
Nada de lo que le pide;
De la que así se comide,
Como si no hubiese tarde,
Dios os guarde.
De la que no da esperanza,
Porque no consiente medio
Entre esperanza y remedio,
Que el uno a otro se alcanza;
De quien desde su crianza
Siempre aborreció dar tarde;
Dios os guarde.
De la que en tal punto está,
Que de todo se adolece,
Y al que no le pide ofrece
Lo que al que le pide da;
De quien dice al que se va
Sin pedirle que es cobarde
Dios os guarde.
- Fragmento de “Que viva la libertad”, de Luis Zalles (1832-1896)
Es dulce pasar la vida
Mas libre que una gacela
Cual el pájaro que vuela
Sin que nadie se lo impida;
Y cual aire en el desierto
Sí, por cierto!
Y viva la libertad!
Como el beduino que fija
Su tienda donde le place,
Sin que nada le embarace,
Y sin pensar que le aflija
En cualquier ciudad o villa,
¡Qué papilla!
Me establezco a voluntad,
Y viva la libertad!
Poco me importa el mañana
Y pronto olvido el ayer,
No me falta que comer
Y allá en cuanto una jarana,
Mas si pesares me tocan,
Se equivocan
Si piensan que he de llorar,
Y viva la libertad!
Test interactivo para practicar
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Referencias
- Manuales Germen. (s.f.). El arte de hacer versos.
- Montaner, A. (2015). Diccionario de géneros y modalidades líricas de la literatura hispánica. DOI: 10.13140/RG.2.1.2607.5368
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