Las leyendas son relatos de transmisión oral o escrita que narran historias inventadas, pero que pueden incluir sucesos reales y fantásticos. Las leyendas ecuatorianas son leyendas que se originaron o se transmiten en Ecuador.
Ecuador es un país con mucha diversidad cultural y, por eso, las leyendas de este lugar son muy variadas. Algunas de estas narraciones son antiguas y otras son modernas.
Las leyendas antiguas surgieron en la época precolombina o en la época de la conquista de América y pueden incluir personajes o hechos históricos o hacer referencia al origen de prácticas tradicionales o a explicaciones de fenómenos naturales.
Las leyendas modernas se transmiten en el campo o en la ciudad y explican el origen de seres fantásticos o narran sucesos que presuntamente ocurrieron hace pocos años.
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Características de las leyendas ecuatorianas
- Origen. No tienen autor y se transmiten de generación en generación y oralmente, aunque muchas están escritas en libros. Algunas de estas narraciones se originaron en Ecuador y otras, en diversos lugares, pero circulan en este país.
- Personajes. Pueden ser personas, animales o seres fantásticos.
- Espacio. Generalmente, se nombran los sitios donde transcurren estas historias (por ejemplo, se especifica el nombre de la ciudad). Sin embargo, en algunos casos, solo se menciona que los hechos tienen lugar en el campo o en la ciudad.
- Tiempo. No se suele hacer referencia a un momento en particular, aunque en algunos casos se menciona el tiempo en que ocurre la historia.
- Temas. Se narran historias relacionadas con el origen de algo (por ejemplo, el fuego), aspectos religiosos (por ejemplo, milagros) o tradiciones y costumbres de los pueblos originarios. Los temas son muy variados, pero siempre se incluye un acontecimiento fantástico.
- Cosmovisión. Estos relatos reflejan la identidad, la manera de pensar y de entender el mundo de la nación ecuatoriana.
- Finalidad. Su objetivo es transmitir una enseñanza moral; explicar la existencia de un ser, de un objeto, de un lugar o de una costumbre o entretener.
- Versiones. Como todos los discursos de transmisión oral, las leyendas pueden tener versiones muy distintas.
Ejemplos de leyendas ecuatorianas
- La leyenda del Cerro Santa Ana
El Cerro de Santa Ana es un lugar que existe en Guayaquil y su nombre se debe a una leyenda antigua. Se dice que existió un hombre español, Nino de Lecumberri, que estaba buscando tesoros en esta zona.
Un día el hombre estaba caminando y, de repente, apareció una mujer inca, quien le ofreció dos posibilidades. La primera era casarse con ella. La segunda era guiarlo hasta una ciudad hecha de oro puro. El hombre escogió ser guiado hacia la ciudad. Entonces, el rey inca, el padre de la joven, comenzó a perseguirlo y castigarlo por su avaricia.
Asustado, el joven español comenzó a rezarle a Santa Ana para que lo protegiera. Cuenta la leyenda que, gracias a sus plegarias, se pudo salvar. Como homenaje a la santa, colocó una cruz, que tenía escrito “Santa Ana”, en la cima del cerro.
Esta leyenda explica el origen del nombre de un cerro y combina elementos de la tradición incaica y de la tradición cristiana.
- La leyenda del tesoro de Atahualpa
En esta leyenda se nombran personas, hechos y lugares reales, pero se incluyen elementos fantásticos. Ocurre en Cajamarca, en 1532, cuando Atahualpa (el último emperador inca) fue secuestrado por Francisco Pizarro, un conquistador español.
Atahualpa le dijo a su captor que le daría más oro del que pudiera imaginar si lo dejaba en libertad. Pizarro aceptó su oferta, pero, como no confiaba en el emperador inca, lo asesinó.
Se dice que Rumiñahui, un general inca, estaba llevando el oro hacia Cajamarca, pero, al enterarse de la muerte de su emperador, escondió el tesoro en la cordillera de Llanganates. El oro nunca se encontró y se cree que si alguien da con este alguna vez, le caerá una maldición.
- La leyenda del muro de los fantasmas
En la isla Isabela (una de las islas Galápagos) hubo una cárcel entre 1946 y 1959. Algunos prisioneros fueron obligados a construir un muro, llamado el Muro de las Lágrimas, con rocas muy pesadas.
La construcción era tan difícil que algunos de esos hombres fallecieron mientras la realizaban. Actualmente se dice que quienes pasan cerca del muro escuchan sollozos y ven los fantasmas de los prisioneros fallecidos.
- La leyenda de Cantuña y la iglesia
Según esta historia, el sacerdote de Quito le pidió a Cantuña, un joven indígena, que construyera una iglesia. El joven le contestó que sí y el sacerdote le aclaró que necesitaba que el edificio estuviera listo lo antes posible.
Cantuña comenzó la construcción, pero se dio cuenta de que le llevaría mucho tiempo terminarla, entonces rezó y pidió ayuda a Dios para finalizar el encargo cuanto antes.
Como no obtuvo respuesta, el joven se desesperó e invocó al diablo. El rey de las tinieblas apareció y le dijo que él se ocuparía de terminar la obra si el joven pagaba con su alma. Cantuña aceptó, pero le advirtió que tendría que finalizar el trabajo para el día siguiente al amanecer.
El diablo envió a sus súbditos para que hicieran la iglesia. Cuando estos seres infernales estaban trabajando, Cantuña quitó un ladrillo que recién había sido colocado, pero ellos no se percataron.
Llegó el amanecer y el diablo apareció para reclamarle al joven que cumpliera con su parte del trato. Cantuña le dijo que el acuerdo se cancelaba, porque la construcción no estaba terminada. El diablo se sorprendió, le dijo que eso era imposible, pero no tuvo otro remedio que volver al infierno con las manos vacías, después de que el joven le mostrara que la iglesia no estaba terminada porque faltaba un ladrillo.
- La leyenda de la veleta de la catedral
Se dice que en Quito vivía un hombre muy rico, que era avaro, ambicioso y malhumorado y que solía maltratar a las personas.
Un día este hombre estaba solo en la calle y comenzó a insultar y a gritar al gallo de la veleta de la catedral. El gallo cobró vida, se separó de la veleta y picoteó al hombre, quien se asustó mucho.
El ave de metal le advirtió al hombre que tenía que ser más solidario y respetuoso con los demás o algo grave le sucedería.
Esta leyenda transmite una enseñanza: no hay que ser grosero.
- La leyenda del penacho de Atahualpa
Según esta leyenda, cuando Atahualpa era niño le enseñaron a respetar a la naturaleza. Un día, cuando estaba practicando tiro con arco en el bosque, vio un guacamayo, le disparó con una flecha y el ave falleció.
Cuando le contó a su madre lo que había sucedido, ella se puso triste y le recordó que siempre tenía que cuidar a otros seres vivos. Para que su hijo no se olvidara esta lección, le puso una pluma del guacamayo en su penacho.
- La leyenda del Agualongo
En una plaza de la ciudad de Riobamba, había una estatua de un niño que se llamaba Agualongo. En 1797 hubo un terremoto en esta ciudad. Se dice que antes de este hecho, ocurrió algo increíble.
Según cuenta la leyenda, la estatua de Agualongo dio un giro completo sobre su propio eje y al otro día se produjo el terremoto. Algunas de las personas que sobrevivieron a este evento dijeron que eso sucedió porque el Agualongo quiso ver la ciudad por última vez antes de que fuera destruida.
- La leyenda de Fray Simplón
En el siglo XVI, en la ciudad de Guayaquil, se construyó el Templo de San Francisco, una iglesia que todavía sigue en pie. Según cuenta la leyenda, en ese edificio trabajaba Fray Simplón, un fraile que era conocido por tener un palomar en el campanario.
El fraile daba de comer y cuidaba a las palomas todos los días. En 1726 el volcán Cotopaxi entró en erupción y hubo un terremoto que destruyó una parte de la iglesia. El corregidor estuvo revisando los edificios de la ciudad y le dijo al fraile que era necesario arreglar el campanario, porque tenía una grieta y podía derrumbarse en cualquier momento.
El fraile pidió ayuda a la gente de la ciudad, pero lo único que obtuvo fueron unas pocas monedas de plata, que utilizó para comprar comida a sus palomas. Al poco tiempo, un hombre fue a hablar con el fraile y le dijo que era albañil y que lo ayudaría a arreglar la grieta.
Los dos hombres trabajaron mucho y finalmente pudieron arreglar el campanario. Pero el corregidor, que detestaba al fraile, envió a sus hombres al templo para que destruyeran la torre recientemente reparada.
Cuando estos hombres comenzaron a trabajar, aparecieron palomas que no los dejaron continuar con la demolición. Se dice que esas aves no eran animales comunes, sino ángeles.
- La leyenda de la olla del Panecillo
El Panecillo es una elevación que se encuentra en el centro de Quito y que tiene una olla en el centro. Según cuenta la leyenda, había una mujer que llevaba todos los días su vaca al Panecillo, para que bebiera agua de la olla.
Un día la vaca se alejó un poco, la mujer la perdió de vista y comenzó a buscarla por todos lados. Se le ocurrió, entonces, que su animal podía estar en la olla, bajó hasta el fondo y vio que allí había un palacio inmenso.
Cuando se abrieron las puertas del lujoso palacio, salió una princesa que le preguntó a la mujer a qué se debía su visita. La mujer le contestó que estaba buscando su vaca. La princesa le dio un lingote de oro y le dijo que subiera.
La mujer le agradeció, comenzó a subir y cuando llegó arriba, vio que la vaca estaba al lado de la olla.
- La leyenda del jembue
Esta es una leyenda de los shuar, un pueblo originario que habita en la parte ecuatoriana de la selva amazónica.
La historia cuenta que cuando nadie conocía el fuego, la gente no podía cocinar ni alumbrar los hogares por la noche. Pero había una mujer y un hombre que tenían una fogata en su casa y que no querían compartirla con nadie. Para que ninguna persona se la quitara, uno de los dos siempre se quedaba en la choza.
Un día la mujer estaba recolectando frutas, vio un jembue (un picaflor) en el suelo y lo agarró con sus manos. El pájaro le dijo que tenía las alas mojadas, que tenía frío y que no podía volar. Ella tomó la decisión de ayudarlo, lo llevó a su casa y lo puso junto a la fogata para que no tuviera frío y para que se secara. El hombre se enojó porque la mujer había compartido el fuego con otro ser, el ave se asustó y se fue volando.
Sin que el hombre y la mujer se dieran cuenta, el jembue regresó a la casa, encendió su cola con la fogata y fue a las chozas de otras personas para enseñarles todo lo que se podía hacer con el fuego. Desde ese día, todos en la aldea comenzaron a utilizarlo para cocinar, para calentarse y para iluminar sus hogares.
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