El narrador deficiente es aquel que cuenta los hechos de una historia de manera limitada, porque solo hace referencia a aquello que puede ser percibido con los sentidos, especialmente con la vista y el oído. Por ejemplo: Ellos se sentaron en el restaurante a eso de las ocho de la noche. El mozo se les acercó y les preguntó qué iban a pedir. Ellos le contestaron que no ordenarían nada hasta que llegara el jefe.
- Ver además: Narrador
Características del narrador deficiente
- Solo describe y narra cómo son los lugares, los objetos y las características y las acciones de los personajes, porque únicamente conoce aquello que puede percibirse con los sentidos. Por eso, no hace referencia a los sentimientos, a los pensamientos y a las emociones de los personajes.
- Suele estar en tercera persona, aunque en algunos casos está en primera persona y es un testigo de la trama, pero cuenta con información restringida sobre lo ocurrido.
- No conoce todos los eventos importantes de la trama, por lo tanto, es ideal para crear suspenso o ambigüedad.
- Es imparcial y objetivo, porque no juzga a los personajes, no emite opinión sobre los hechos, no da explicaciones ni elabora hipótesis en relación con la trama.
- Se utiliza en distintos tipos de novelas y cuentos, pero sobre todo en los géneros policial y non-fiction.
Ejemplos de narrador deficiente
- Fragmento de “Cross Country en la nieve”, de Ernest Hemingway
Nick Adams pasó al lado de George con sus anchos hombros y sus cabellos rubios que presentaban todavía restos de nieve. Sus esquíes empezaron a deslizarse por el borde y después ascendió rápidamente, silbando por la cristalina nieve en polvo. Parecía flotar y sumergirse mientras subía y bajaba por las onduladas pendientes, apoyándose en la pierna izquierda. Al final, cuando se acercó con ímpetu a la alambrada, manteniendo las rodillas bien juntas y forzando el cuerpo como si estuviese apretando un tornillo, dio una repentina vuelta hacia la derecha, provocando un remolino de nieve, y continuó con lentitud, paralelo a la ladera y al alambrado.
Luego levantó la vista hasta la cresta de la colina. George estaba bajando por la pendiente ondulada, arrodillándose, con una pierna doblada hacia delante y arrastrando la otra. Sus bastones colgaban como las patas delgadas de ciertos insectos y hacían saltar trozos de nieve al rozar la superficie. Por último, el cuerpo que parecía arrastrarse de rodillas cogió espléndidamente la curva y George se acuclilló, movió hacia delante y hacia atrás ambas piernas y se inclinó en dirección contraria, mientras los esquíes acentuaban la curva como puntos luminosos, todo en una salvaje nube de nieve.
—Le tenía miedo al Christy —dijo George—; la nieve era muy blanda. Te diste un hermoso golpe.
—Tal como tengo la pierna, no puedo hacer el Telemark —dijo Nick.
- Fragmento de Los elefantes pueden recordar, de Agatha Christie
Hércules Poirot se apeó del taxi, pagó al conductor, añadiendo una propina, comprobó la dirección consultando su agenda, sacó de un bolsillo un sobre dirigido al doctor Willoughby, subió por la escalera de la casa y oprimió el botón del timbre. Le abrió la puerta un criado. Al dar su nombre, Poirot fue informado de que el doctor Willoughby estaba esperándole.
Entró en una pequeña habitación, amueblada con mucho gusto, una de cuyas paredes quedaba oculta tras una estantería repleta de libros. Frente a la chimenea había dos sillones y en medio de ellos una mesita con algunos vasos y copas, aparte de un par de botellas.
El doctor Willoughby se puso en pie para saludar a su visitante. Era un hombre de edad situada entre los cincuenta y los setenta años, delgado, de frente muy despejada, de oscuros cabellos y penetrantes ojos grises. Estrechó la mano de Poirot y señaló a este el sillón libre. Poirot le entregó la carta.
- Fragmento de El halcón maltés, de Dashiell Hammett
Spade dejó el pretil y echó a andar Bush Street arriba, hacia el callejón en donde estaba el grupo. Un policía uniformado, que mascaba goma debajo de una placa esmaltada en la que se leía Burritt Street en letras blancas sobre un fondo azul oscuro, extendió el brazo y preguntó:
—¿Qué busca usted aquí?
—Soy Sam Spade. Tom Polhaus me ha llamado por teléfono.
—¡Claro que es usted Spade! —dijo el guardia, bajando el brazo—. Así, de golpe, no le reconocí… Bueno, pues allí los tiene usted —añadió, señalando con rápido ademán con el pulgar—. Mal asunto.
—Sí que es malo —dijo Spade, al mismo tiempo que echaba a andar por el callejón.
A medio camino, no lejos de la boca del callejón, estaba parada una ambulancia de color oscuro. Al otro lado de la ambulancia, a la izquierda, el callejón acababa en una valla, formada por listones horizontales sin cepillar, que llegaba hasta la cintura. El callejón descendía en fuerte pendiente desde la valla hasta el cartel de anuncio de la Stockton Street.
- Fragmento de A sangre fría, de Truman Capote
El amo de la granja de River Valley, Herbert William Clutter, tenía cuarenta y ocho años y, como resultado de un reciente examen médico para su póliza de seguros, sabía que estaba en excelentes condiciones físicas. Aunque llevaba gafas sin montura y era de estatura mediana -algo menos de un metro setenta y cinco- el señor Clutter tenía un aspecto muy masculino. Sus hombros eran anchos, sus cabellos conservaban el color oscuro, su cara, de mandíbula cuadrada, había guardado un color juvenil y sus dientes, blancos y tan fuertes como para partir nueces, estaban intactos. Pesaba setenta y seis kilos… lo mismo que el día en que se había licenciado en la Universidad Estatal de Kansas terminando sus estudios de agricultura. No era tan rico como el hombre más rico de Holcomb… el señor Taylor Jones, propietario de la finca vecina. Pero era el ciudadano más conocido de la comunidad, prominente allí y en Garden City, capital del condado, donde había encabezado el comité para construir la nueva iglesia metodista, un edificio que había costado ochocientos mil dólares. En ese momento era presidente de la Confederación de Organizaciones Granjeras de Kansas y su nombre se citaba con respeto entre los labradores del Medio Oeste, así como en ciertos despachos de Washington, donde había sido miembro del Comité de Créditos Agrícolas durante la administración de Eisenhower.
- Fragmento de “Estaré esperando”, de Raymond Chandler
Era la una de la madrugada cuando Carl, el portero nocturno, apagó la última de las tres lámparas de mesa del vestíbulo principal del hotel Windermere. El azul de la alfombra se oscureció un par de tonos y las paredes retrocedieron hasta hacerse distantes. Las sillas se llenaron de sombras perezosas. Los recuerdos colgaban como telarañas en los rincones.
Tony Reseck bostezó. Ladeó la cabeza y escuchó la frágil, nerviosa música que salía de la sala de radio situada detrás del pequeño arco en que terminaba el vestíbulo. Frunció la frente. Aquella debería ser su sala de radio, a partir de la una de la madrugada. Nadie debería estar en ella.
Test interactivo para practicar
Sigue con:
- Narrador equisciente
- Narrador observador
- Narrador protagonista
- Narrador testigo
- Narrador omnisciente
- Narrador múltiple
- Narrador en primera, segunda y tercera persona
Referencias
- Orejuela, S. E. (19 de julio de 2008). Crítica de la omnisciencia narratorial. Signo Y seña, (19), 17-32. Disponible en: Revistas científicas de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA)
- Tacca, O. (2000). Las voces de la novela. Editorial Gredos.
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