Los derechos humanos universales: una pieza clave para el futuro
Mucho tiempo ha transcurrido desde que, en el marco de la Revolución Francesa de 1789, la Asamblea Nacional Constituyente francesa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, documento que servirá de base para la idea contemporánea de los derechos fundamentales, inalienables e irrenunciables que se le otorgan a todo ser humano al nacer. Y sin embargo, en pleno siglo XXI, son muchos los regímenes y las situaciones en las que el irrespeto y la violación de estos derechos básicos ocurren de manera evidente y permanecen impunes.
En Occidente solemos jactarnos de haber “inventado” los derechos humanos modernos, ignorando su larga fila de antecedentes en la Antigüedad. También solemos invocarlos para criticar a los gobiernos más despiadados de África y el Medio Oriente.
Asumimos nuestra superioridad moral y los miramos como a bárbaros, los acusamos de ser atrasados e incluso justificamos así la decisión de intervenir militarmente en sus países. ¿Y es cierto acaso que en nuestros países garantizamos plenamente el derecho a la vida? ¿No existe la discriminación por raza, por religión, por orientación sexual? ¿No quedan impunes los crímenes de los gobernantes poderosos?
Desde luego, comparar la situación de extrema vulnerabilidad de un habitante de Corea del Norte, Eritrea o Afganistán con la de un ciudadano de Europa o Estados Unidos puede resultar injusto, e incluso se puede interpretar como una forma de invisibilizar los avances que en materia legal y social se han logrado después de siglos de lucha en Occidente.
Esto último debería empujarnos hacia la construcción de una sociedad más ética, con menos hipocresía, que juzgue por igual el asesinato de un ciudadano blanco que uno de color, o que castigue con igual dureza los delitos cometidos en guerra por el bando perdedor y el victorioso. ¡Qué fácil es recordar los horrores del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, mientras que arrojar bombas atómicas sobre la población civil de dos ciudades japonesas se justifica como una medida extrema y necesaria!
Los derechos humanos, una brújula moral
El respeto por los derechos humanos, entonces, debe llevarnos al cuestionamiento de nuestras sociedades occidentales, tanto como de las sociedades ajenas. No es ético negociar comercialmente con regímenes que persiguen, torturan y asesinan a sus ciudadanos, y eso debe aplicar tanto para todos sin distinción.
Así, por ejemplo, no tiene sentido que Estados Unidos justifique sus acciones militares en Oriente Medio en los derechos humanos, pero al mismo se alíen comercial y militarmente con la sangrienta monarquía de Arabia Saudita, país donde la homosexualidad es penada con la muerte.
Similarmente, se arremete contra China por su maltrato hacia las minorías musulmanas, mientras que en Estados Unidos la policía trata a los civiles afroamericanos como ciudadanos de segunda clase, cuyos asesinatos a manos de las fuerzas del orden público suelen quedar impunes. O los derechos humanos son, como se supone que sean, universales, fundamentales y sagrados, o entonces no estamos haciendo ningún avance en la materia.
En este sentido, no nos resulta de mucha ayuda el relativismo cultural que acusa a los derechos humanos de ser una invención occidental que les queremos imponer a la fuerza a las demás culturas. ¿Se supone que hagamos la vista gorda ante gobiernos despóticos, crueles y sangrientos? El respeto por la cultura ajena no puede ser un refugio para genocidas, tal y como tampoco lo son el derecho a la autodeterminación o la autonomía política. Además, esta perspectiva olvida que los derechos humanos universales tuvieron importantes antecedentes en culturas antiguas de Oriente, como la declaración del rey persa Ciro del siglo VI a. C., contenida en el llamado “Cilindro de Ciro”.
Un futuro más humano
Por último, no es posible pensar en el futuro de nuestra especie sin tener en cuenta los derechos humanos. Especialmente cuando nos enfrentamos en el siglo XXI a un punto crucial en la historia de nuestra especie, en que la catástrofe climática y la crisis económica global amenazan con llevarnos a escenarios complejos, desiguales, retadores. ¿Qué ocurrirá con los derechos humanos si el abastecimiento mundial de comida comienza a escasear? ¿Qué lugar tendrá el respeto a la vida y la no discriminación si el aumento de los mares continúa y la porción de tierra habitable se reduce?
Para diseñar un futuro más humano, uno del que estemos orgullosos de dejar en herencia a las generaciones venideras, debemos sentar sus bases en el presente. No se trata de una labor sencilla, y las enormes diferencias culturales, sociales, políticas y religiosas que son propias de nuestra especie lo hacen todo más difícil aún. Pero justamente la universalidad de los derechos humanos puede brindarnos una solución al conflicto, en la medida en que se puedan convertir en un piso común sobre el cual negociar con quienes piensan distinto, lucen distinto o hablan distinto.
En conclusión: o nos tratamos todos como seres humanos únicos y valiosos, o la barbarie continuará estando siempre allí, agazapada, esperando el momento ideal para hacernos retroceder siglos enteros.
Referencias:
- “Derechos humanos” en Wikipedia.
- “Texto argumentativo” en Wikipedia.
- “La Declaración Universal de los Derechos Humanos” en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
- “¿En qué consisten los derechos humanos?” en la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
- “¿Qué son los derechos humanos?” en Unicef.
¿Qué es un texto argumentativo?
Un texto argumentativo es aquel que ofrece al lector un punto de vista, sustentado en argumentos, opiniones, ejemplos, justificaciones, razonamientos y otros recursos (muchos de ellos de tipo expositivo) que tienen el propósito de convencerle. Se trata de un tipo de textos que buscan formar una opinión específica en el lector, empujarlo a pensar de una manera sobre un tema.
Son típicos ejemplos de textos argumentativos: los ensayos literarios, los textos periodísticos de opinión (como los editoriales), algunos mensajes publicitarios o los textos de campaña electoral. Y en estos textos puede echarse mano a dos tipos de argumentos: los lógicos (que apelan a la razón y al juicio crítico) y los emocionales (que apelan a la pasión y los sentimientos).
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